Las calles siguen colmadas de gente que intenta ganarse unos dólares como sea, trapicheando, robando, traficando con drogas, extorsionando, haciendo pequeños encargos para jefecillos poco de fiar, recurriendo a la prostitución o al dinero fácil que atrae el sexo. Los que dicen que son tus amigos pueden traicionarte, apuñalarte por la espalda o tirotearte al día siguiente. Y si uno ha crecido en todo este ambiente, y más si con el tiempo fue adquiriendo un cierto renombre, dejar atrás todo esto no es fácil ni gratis.

Carlito Brigante, de origen puertorriqueño, vuelve a esos lugares y a convivir con los que eran sus colegas o conocidos en los barrios marginales de Manhattan después de una estancia obligada de cinco años en la cárcel. Se ha prometido a sí mismo, y ante el juez, que está dispuesto a reformarse, a dejar atrás su carrera criminal y sus contactos y habilidades en el narcotráfico de heroína.

En 1983 llegó a los cines El precio del poder (Scarface), la primera colaboración de Brian De Palma y Al Pacino. En ella el actor ya interpretó a un gánster belicoso de origen latino, un cubano llamado Tony Montana. La película se estrelló en la taquilla y los Óscar no le hicieron ni puñetero caso, pero “se vengó” erigiéndose en título de culto. Coincidiendo con los diez años del estreno de aquella, la fortuna quiso reunirlos de nuevo (el proyecto debía dirigirlo inicialmente Sidney Lumet) en esta adaptación de las novelas de Edwin Torres, un juez también de ascendencia puertorriqueña. Carlito Brigante era algo así como el reverso de Montana, buscando la redención en lugar de la cima del mundo.

El resultado fue Atrapado por su pasado (Carlito’s Way), un título mucho más elocuente, y simple, en español y que se inicia con unas escenas en blanco y negro, luego un largo flashback para trasladarnos a ese pasado de su protagonista desde que salió de chirona. Mientras espera cumplir su sueño, salir de Nueva York para asociarse a un próspero negocio de alquiler de coches en las Bahamas, desea que cuando pise esas calles otra vez todo sea igual, pero a la vez distinto. Y en cierto modo así será.

Los protagonistas y rostros puede que hayan cambiado, pero las amistades peligrosas, la fama que le precede, la poca lealtad de quienes le rodean siguen acechándole. Está su primo Guajiro (John Ortiz) iniciándose en el narcotráfico y a punto de meterse en una emboscada; o un viejo conocido, Pachanga (Luis Guzmán), a quien contratará como guardaespaldas personal; y sobre todo su amigo del alma, el abogado David Kleinfeld (Sean Penn), a quien los años han convertido en un corrupto de tomo y lomo. Además está ella, un amor del pasado, Gail (Penelope Ann Miller), una bailarina que también tuvo que buscarse la vida ejercitando otras coreografías menos honrosas.

Carlito solo espera mantenerse como regente de un club, El Paraíso, hasta que logre reunir los 75.000 dólares necesarios para invertir con su socio en el Caribe. Pero el Paraíso, que imagina junto a Gail, no parece posible para él.

Los 25 años que han transcurrido desde Atrapado por su pasado es una inmejorable excusa para descubrirla o repetir su visionado, y lo es porque no solo es una magnífica película, también vale la pena aunque solo sea para ver una de las mejores escenas del cine de De Palma: Carlito con su característica gabardina negra, de noche y en lo alto de una azotea, resguardándose de la lluvia con la tapa de un cubo de basura mientras contempla su imagen idílica, la de Gail, a través de las ventanas de la academia de danza. You’re So Beautiful!