Si esto es así, por fuerza alguien miente. Las posibilidades son: mintió Macías y el CD con su visión apocalíptica de Colombia en la era Santos, o ahora miente Carrasquilla al presentar una visión optimista de lo que recibe. Pero aquí surge una inquietud: ¿Las decisiones de los inversionistas dependen de discursos o por el contrario, del análisis juicioso de sus cifras económicas y de su seguridad jurídica a lo que se agrega, claro está, los derroteros que le dé el gobierno de turno a la economía?

Las cifras no mienten:

En 2006 la inversión extranjera fue de US$6.751 millones de dólares y en 2010 bajó a US$6.430. Es decir, en el segundo período de Uribe, estuvo más o menos estancada con bonanza petrolera de por medio.

En 2011, primer año de Santos, la confianza inversionista fue mayor ya que fue de US$14.648, llegando a US$16.164 en 2014, resintiéndose en 2015 con la crisis del petróleo bajando a US$11.732, cifra que se mantuvo más o menos en 2017 con US$11.113.

Es decir, a pesar del panorama oscuro en el mundo y en la región, Colombia recibió casi el doble de inversión extranjera en la era Santos comparada con la de Uribe.

¿Son los inversionistas unos chiflados al doblar las apuestas en un país fallido al borde del colapso? ¿Admite la OCDE como socio a un país acabado después de siete años de estudio riguroso de su economía y 27 filtros?

Es obvio que se mintió para ganar las elecciones y ya en el poder se vuelve a decir la verdad. Esto no es exclusivo de Uribe. Todos los políticos lo hacen porque el fin justifica los medios y ensalzan lo propio al tiempo que denigran del adversario.