Claro que el tamaño del Estado debe ser el menor posible, pero sin descuidar los servicios esenciales para la comunidad que no siempre funcionan adecuadamente cuando se dejan en manos exclusivas del mercado. La salud y la educación por ejemplo. Y definitivamente la desregulación financiera ha traído más perjuicios que beneficios, con la salvedad que los primeros los asumen quienes nada pueden decidir al respecto mientras que los segundos solo son para quienes ocasionan las crisis por lo general.

Es que lo más cuestionable del modelo neoliberal es que funciona "a la perfección" cuando se les impone a otros, pero no a quienes son sus principales defensores. La rigidez del FMI fue la norma durante los noventas cuando quienes necesitaban la ayuda eran los países latinomericanos, de repente, cuando la crisis afectó al sector financiero norteamericano en la primera década de este siglo, se vio un cambio en el paradigma y el Estado fue empujado a socorrer con inmensos recursos al sector bancario que había propiciado el desastre. Y cuando fue Grecia la que necesitó la misma ayuda que le dieron a Wall Street nuevamente volvimos a la rigidez de antes.

Igual sucede aquí con los defensores del capitalismo salvaje: nada de subsidios para quienes necesitan cubrir necesidades básicas pero son muy bienvenidos y aplaudidos cuando llegan para los grandes terratenientes y las multinacionales con la excusa de que así se impulsa la generación de empleo, condición que rara vez se ha cumplido cada vez que se les obsequia todo lo que piden.