Varias cosas:

El proceso de paz que Uribe intentó llevar a cabo, inclusive dándole mayores concesiones que Santos, no se pudo realizar por voluntad de las Farc que no quisieron abrir una mesa de negociaciones.

La paz no se firmó entre el Estado colombiano y todos los violentos del país, sino con el grupo mejor organizado y armado, las Farc. Por tanto, cuando se hable de paz hay que examinar si la violencia que ha seguido se le debe a este grupo guerrillero.

Las estadísticas demuestran que el proceso de paz con las Farc fue un éxito. El que más de diez mil desmovilizados hayan dejado de combatir bajó los índices de violencia drásticamente.

Las Farc como guerrilla, dejaron de existir como tal y cumplieron su palabra de transformarse en grupo político. Esta fue su derrota. Entregaron la mayoría de sus armas, desarmaron sus frentes y desalojaron los territorios que tenían bajo su mando a cambio de 50.000 votos y 10 míseras curules.

Cuando se hace un proceso de paz, no todos los alzados en armas se desmovilizan. Siempre queda una minoría que sigue delinquiendo. Esto no solo sucedió en Colombia. En los procesos de paz alrededor del mundo esto es una constante.

Las llamadas disidencias de las Farc, así pretendan llamarse guerrilla, son simplemente bandas criminales a las que hay que perseguir como delincuencia común. Ya han caído por las balas del ejército y los bombardeos, decenas de sus integrantes.

Le corresponde a Duque seguir la lucha frontal contra estos criminales hasta exterminarlos por completo.