Después de ocurridos los hechos es muy fácil sacar conclusiones y buscar responsables por el camino fácil. En este caso, la indignación se vuelca sobre quien atendió la llamada, pero no se dice nada de su entorno, del por qué llegó a esta situación que al final le causó la muerte.

A los números de emergencia estatales llegan muchas llamadas y no son pocas las que son por asuntos de poca o ninguna importancia y en segundos quien atiende la llamada debe decidir si vale la pena mover el ******o estatal.

Es obvio que por el volumen de llamadas se cometen errores y deben ajustarse los protocolos, sin que esto quiera decir que no volverán a presentarse este tipo de situaciones Pero el hipócrita linchamiento mediático no es la solución.