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Suele decirse que la risa es un rasgo distintivo de los seres humanos, que somos los únicos seres capaces de reír y que eso nos hace distintos del resto de animales que pueblan el mundo. Pero no. Se ha comprobado que las ratas, los chimpancés y hasta los perros ríen. Algunos cuando les haces cosquillas, o cuando juegan, igual que hacen los niños.
Caso distinto es el de las hienas, que parecen reír cuando están a punto de lanzarse a su actividad carroñera. Es lo que podríamos llamar una“risa falsa”. También los carroñeros humanos la usan y es importarte aprender a detectarla a tiempo, por lo que pueda pasar.
Pero volvamos a la risa honesta, la que nos hace disfrutar y nos acerca a la felicidad. La risa simple del juego y el placer es compartida por otras especies, aunque no con el grado de sofisticación con que la usamos los humanos que, hasta hemos dedicado sesudos tratados filosóficos a la materia, como el libro perdido del mismísimo Aristóteles sobre la risa y la comedia que inspiró la novela El Nombre de la Rosa de Umberto Eco (gran película, por cierto).
La risa conlleva tantos beneficios que no es posible enumerarlos en este texto, pero el principal de ellos es que la risa provoca risa, activa las neuronas espejo y nos hace sentirnos alegres y contentos, hasta tal punto que se puede decir que hacer reír es el arma definitiva para ligar. Y para una pareja feliz y duradera.
Pero sin ir tan lejos, en el sencillo juego del placer cotidiano, la risa expresa diversión y agrado desde el momento mismo en que nacemos. Y los propios bebés emiten una mueca característica —sobre todo cuando ven a su madre— que se conoce como “risa angelical” y que está programada para despertar en los adultos un poderosísimo instinto de protección.
Así que no debiera sorprendernos ver a esta bebé elefante de seis meses de edad, riendo y jugando con su cuidador. Ríe y juega sin parar y su risa contagia a los presentes y también a nosotros mientras vemos el vídeo.
Laura-Jane Fyfe, una estudiante de doctorado británica de visita en el el Campamento de elefantes de Mevang en Chiang Mai, Tailandia, capturó estas divertidas imágenes. “Me hizo sentir tan feliz ver al elefantito obviamente pasándolo tan bien. Vimos al bebé elefante juguetón, relajado y libre todo el día. Parecía una niña pequeña”, reía la muchacha.
Aunque el vídeo data de 2014, Laura ha vuelto a compartirlo en redes sociales para disfrute de todos sus amigos y, claro está, también el nuestro, que nos quedamos con las ganas de haber estado allí, compartiendo juegos y risas con esta pequeña elefanta.