"En su mejor momento", ese es el cuento chino de Uribe. Cambiaron el poder que tenían en amplias zonas del país donde eran los amos y señores por míseras 10 curules (5% de la fuerza parlamentaria) que no les van a servir para un carajo, excepto para dejar constancias, pues la aplanadora de la derecha no les dejará sacar adelante ningún proyecto.

Sin el poder de las armas que usaban para amedrentar campesinos, traficar drogas, imponer una férrea disciplina, ser la ley, sus tropas cogerán cada una su camino y al final, Timochenko y compañía rumiarán su soledad electoral en una minúscula casa, a la que nadie se arrimará porque son como la peste, el que quiera estar con ellos pierde su capital electoral.

No pagarán cárcel, es cierto, pero la sanción social los aislará. De soñar con tomarse el poder con las armas ahora aterrizan en la cruda realidad, no van a mandar ni en su casa. ¿Eso es ganancia? ¿Ir a cualquier parte y sufrir los insultos y el desprecio de todos? Y encima, lo que les prometieron no se lo van a cumplir con las peluqueadas que el Congreso y la Corte Constitucional le hicieron al proceso de paz.

Perdieron la guerra y como van las cosas con el posible próximo presidente, Germán Vargas Lleras, también van a perder la paz. Como los algodones de azúcar de las ferias, se les desvaneció el dulce con apenas probarlo y al final de cuentas queda la triste realidad, lo entregaron todo y el establecimiento les puso conejo.