Ve un poco más allá, simplemente. En el presente, las mentes obtusas que aún viven en el siglo XIX, han conseguido desprestigiarlo, pero la popularidad que le importa a Santos es la de la historia. Cuando se escriba sobre estos tiempos, lejos de los odios y los fundamentalismos, se le reconocerá como un buen gobernante que consiguió lo que no pudieron sus antecesores, desarmar la guerrilla mejor organizada y armada del hemisferio, a la que no se pudo derrotar en 52 años.

Pasó a la historia, no cabe duda, como un verdadero estadista. Su antecesor, también tiene su sitio, como el guerrero que debilitó a las Farc e incendió el país, al igual que lo hizo en su momento Laureano Gómez. También por haber terminado en la cárcel o huyendo gran parte de los que lo acompañaron en su gobierno y, de igual manera, por haber cuidado de su familia, enriqueciendo sus bolsillos.