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Predeterminado De la ilegalidad de las drogas y otros males: Colombia y el mundo Calificación: de 5,00

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En 1920, luego de que el llamado “Movimiento de la Templanza” adquiriera relevancia nacional en los EEUU y dirigentes de toda índole se unieran a la causa, el Congreso estadounidense decide implementar una nueva enmienda declarando la ley seca y prohibiendo la venta, compra, manufacturación y transportación de todo tipo de bebidas alcohólicas en el territorio estadounidense. Al igual que lo que conocemos hoy como la despenalización de la dosis personal que está vigente en Colombia, el consumo de alcohol en los EEUU no se encontraba estrictamente prohibido pero sí bastante obstaculizado, teniendo en cuenta las prohibiciones ya mencionadas. Si bien considero que la no criminalización a los consumidores es un paso favorable, en el camino de tratar las adicciones, no con tintes criminales sino con fines terapéuticos, resulta bastante absurdo e irónico que el Estado permita que sus ciudadanos consuman sin que se encargue de proveer y regular la compraventa de las sustancias.

Como ocurre hoy en día con las drogas que siguen siendo ilegales, la ley seca en los EEUU no logró que sus ciudadanos dejaran de consumir alcohol, es más, la disminución del consumo de bebidas alcohólicas es bastante refutable si se tiene en cuenta la gran cantidad de fuentes que alegan que las cifras provenientes del Estado en cuanto a consumo, habían sido alteradas. En vez de resolver el problema de salud pública que ocasionaba el consumo excesivo de alcohol en la población, la prohibición trajo consigo el nacimiento de una nueva industria clandestina, que se encargaba de saciar la demanda existente, aumentando el crimen organizado en todo el territorio estadounidense y desatando una guerra sin fin entre las diferentes mafias. Se destacan el famoso Al Capone, Lucky Luciano, Don Carlo Gambino, entre otros. Después de 13 años, la conclusión era clara y generalizada, la prohibición había acarreado muchos mas problemas de los que el consumo de alcohol alguna vez habría ocasionado.

Resulta crucial mencionar la experiencia obtenida por la prohibición del alcohol en el siglo pasado, para buscar demostrar la ineficiencia que trae consigo la prohibición de la compra y venta de todo tipo de sustancias que actualmente se encuentran penalizadas por el Estado colombiano y por la mayoría de países en el mundo. Cabe resaltar que este texto no pretende alentar ni justificar el consumo de cualquier sustancia, así como tampoco pretende encasillar a los consumidores como criminales, ni cualquier otro adjetivo negativo que no sirve de nada para combatir el problema de salud publica de las adicciones. Soy de las que piensa, y que se morirá creyendo, que el consumo de alcohol, cigarrillos, marihuana, cocaína, heroína, y demás sustancias, son responsabilidad de cada individuo y que, por consiguiente, intervenir en la decisión de consumir no debería concernir al Estado.

En lo que sí debería intervenir el Estado, es en la distribución de las sustancias. La mayoría de los opositores a la legalización de las drogas piensan que el consumo se aumentaría por culpa de un Estado “alcahueta”, pero lo cierto es que la ilegalidad ha traído consigo varias problemáticas. En primer lugar, el hecho de que las drogas sean ilegales dificulta un dialogo abierto entre padres e hijos, teniendo en cuenta que la edad en donde se es más proclive a probar nuevas sustancias es la adolescencia y en la mayoría de países latinoamericanos, el tema de las drogas es tan tabú que no es discutido en las familias, lo que facilita la desinformación tanto de los padres como de los hijos. Pero la cosa va mas allá, el hecho de que las drogas sean ilegales ha significado que estudios científicos de diversa índole no puedan ser llevados a cabo o deban hacerse en la clandestinidad, lo que significa no contar con tantos recursos para adquirir conocimiento sobre los diferentes narcóticos. Esta desinformación es utilizada por las grandes mafias del narcotráfico para adquirir nuevos clientes y aumentar las ganancias.

En segundo lugar, teniendo en cuenta uno de los principios básicos de la economía y por así decirlo de las “leyes de la calle”, mientras haya demanda habrá oferta, y a falta de distribuidores legales, así como en la década de los 20 en EEUU, toda una industria clandestina de narcotráfico ha surgido y surgirá alrededor del mundo para cubrir la demanda de narcóticos. Mientras en EEUU se tenían las mafias familiares, en Colombia tenemos guerrillas, ejércitos enteros trabajando en la manufacturación y distribución de todo tipo de drogas, en especial de la cocaína y marihuana. Las FARC-EP, el ELN e inclusive los paramilitares obtienen la mayoría de sus recursos económicos a través del narcotráfico, ganancias que triplican lo que alguna vez obtuvieron las FARC-EP o el ELN con el secuestro y la extorsión.

Firmamos un acuerdo de paz, lo que se supone que traerá consigo la desmovilización de la guerrilla más grande de Latinoamérica. Pero lo cierto es que el problema no ha sido ni será erradicado de raíz mientras el narcotráfico siga siendo una realidad, como dicen por ahí “a rey muerto, rey puesto” y las BACRIM, otras guerrillas, los paramilitares o cualquier otro criminal, ocuparán las zonas de manufacturación y distribución una vez ocupadas por las FARC-EP. Porque lo cierto es que el consumo de drogas no mermara por que se desmovilice una guerrilla, tal vez no lo haga nunca. La única solución es que los narcóticos pasen a ser regulados y controlados por un Estado, que pueda garantizar la calidad de las sustancias que consumen sus ciudadanos. Que pueda afrontar las adicciones, no con el código penal, pero sí con campañas de educación, de desintoxicación, de rehabilitación social y con el conocimiento necesario para afrontar el grave problema de salud pública en Colombia.

Siendo estudiante de Derecho, debo decir que la legalidad e ilegalidad busca en teoría estructurar, regular y sentar las reglas necesarias para la convivencia de una sociedad idealista. Pero muchas veces resulta siendo un juego de poderes e intereses individuales de toda índole. Si lo que de verdad buscamos es tener individuos más productivos para la sociedad, que gocen de una vida plena, sana y sin adicciones, la penalización de los narcóticos es nuestro peor enemigo. Necesitamos tener un diálogo abierto sobre el consumo de sustancias, romper los tabúes, invertir en estudios científicos, ayudar a los pacientes críticos destinando recursos públicos para su rehabilitación. Debemos regular la calidad de las sustancias que están siendo consumidas por nuestros ciudadanos. Es indispensable acabar con la gran industria clandestina del narcotráfico y todo esto no será posible mientras la legalización de las drogas no sea una realidad.

Daniela González - Revista John Galt

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