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Predeterminado El lenguaje de los monstruos Calificación: de 5,00

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Vale la pena aclarar que la columna dista de hacer un señalamiento contra los involucrados. Tan sólo se hace una comparación entre los discursos de unos y otros. Tómense la molestia de leerlo y saquen sus conclusiones.

Cita:
Este artículo pretende analizar, y más que eso, interpretar las semejanzas lingüísticas y semánticas entre el discurso de lo extrema derecha colombiana encarnada en el Centro Democrático y los diversos panfletos amenazantes distribuidos por grupos paramilitares en distintos lugares del país. Se tratará de hacer ver que no hay diferencia, ni siquiera en la forma, entre estos dos discursos que en realidad son uno solo: el lenguaje de los monstruos.

Las perspectivas de análisis que busca proponer este artículo son, cuanto menos, lamentablemente teóricas por lo que habrá diversidad de citas textuales. Pido de ante mano excusas al lector poco versado en este tipo de análisis, digamos a falta de otro término, semiológicos, o más bien hermenéuticos, porque se trata de un ejercicio de interpretación textual. Sin embargo, haré un esfuerzo considerable no solo en lograr un texto “bien escrito”, también por lograr un texto claro y relativamente accesible para quien no conozca del tema. No obstante, considero que las semejanzas entre ambos discursos son más que obvias, incluso para el lector poco versado sobre el tema, basta solamente con ser atento.

Comencemos entonces por poner en claro las perspectivas interpretativas que darán paso al análisis que se propone este artículo. Partiré, esencialmente, de cinco textos. Obra abierta y El fascismo eterno, ambos de Umberto Eco (1932-2016); El grado cero de la escritura y Lección inaugural de Ronald Barthes (1915-1980); el último texto que dará pie a este análisis sobre el discurso de los monstruos será Estructura psicológica del fascismo de George Bataille (1897-1962).

Eco, en Obra abierta, reflexionando sobre la teoría de la información dice lo siguiente: “En términos rigurosos, en un sistema lingüístico, dan la redundancia todo el conjunto de reglas sintácticas, ortográficas, gramaticales que van a construir los puntos de paso obligados de una lengua. En este sentido, como sistema de probabilidades prefijadas al cual referirse, una lengua es un código de comunicación. El uso de los pronombres, de las partículas, de las flexiones determinadas lenguas, constituye elementos destinados a complicar la organización de los mensajes y a adaptarlos más a ciertas probabilidades que a otras” (p.129). Acá, para el análisis que busco proponer, se pueden sacar en claro tres cosas: que el mensaje no solo está sujeto a una serie de posibilidades de ser atendido, sino que detrás de él viene la lengua como sistema, como código. Por lo tanto, todo mensaje, debe interpretarse a partir no solo de sí mismo, sino a partir de lo que viene de atrás. Es decir, el mensaje debe ser reconstruido por el receptor (Eco, en gran parte, bebe de lo planteado por Ferdinand de Saussaure en su Curso de lingüística general, por si quieren tener más en claro esto). Ese es el ejercicio que se propone este ensayo. Hacer una reconstrucción de mensaje enviado por el Centro Democrático y por los grupos paramilitares, no solo viendo el sistema que viene atrás -la lengua- sino como ese uso del lenguaje devela dinámicas sociales y parentescos ideológicos entre ellos. Mi hipótesis es que piensan igual, por lo tanto, su expresión y su uso de la lengua será al menos semejante.

Ahora, ampliemos más la cuestión de la lengua como código de comunicación y qué implicaciones tiene esto. Barthes, en La lección inaugural, plantea lo siguiente con respecto a eso: “Pero la lengua, como ejecución de todo el lenguaje, no es ni reaccionaria ni progresista, es simplemente fascista, ya que el fascismo no consiste en impedir decir, sino en obligar a decir” (p. 120). En la estructura de la lengua, esto que Eco después llamará redundante, Barthes lo llama fascista en tanto que impone el ruido. ¿A qué viene esto respecto al análisis que propone este artículo? Aparta varios elementos importantes: por un lado, reconocer el poder impositivo real de la lengua; como por medio de ese poder, que es sin duda político, se pueden hacer cosas. Y por el otro lado aporta la palabra, no vaciada de sentido, sino resignifica para describir a los paramilitares y al Centro Democrático. Fascistas, en todo el horrible esplendor del término. De ahí se pegan los otros textos que citaré más adelante, ahora hay que entrar en la cuestión.

Dice Álvaro Uribe en una entrevista concedida a CNN hace poco (el link de la entrevista estará al final junto a la bibliografía): “A que la Farc, incorporada con unos grupos, conduzcan a Colombia al castrochavismo. Y final, un tema muy delicado, la Farc es el mayor cartel de drogas del mundo”. Habrá que preguntarse varias cosas respecto de las afirmaciones de Uribe, pero vayamos al meollo del asunto. ¿Exactamente a qué refiere el término castrochavismo? Lo obvio, al menos, es que se trata de una palabra compuesta por el nombre de dos dictadores de izquierda: Chávez y Castro, quienes compartían, al menos en cierto sentido, una afinidad política con las Farc. Entonces, ¿el castrochavismo es una especie de eufemismo barato para hablar de socialismo? Sí, pero más bien es un término para asustar. Se trata de una tela con un fantasma pintado, dice Umberto Eco en su texto sobre El fascismo eterno: “14. Neolengua. Todos los textos escolares nazis o fascistas se basaban en un léxico pobre y en una sintaxis elemental, con la finalidad de limitar los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. Pero debemos estar preparados para identificar otras formas de neolengua, incluso cuando adoptan la forma inocente de un popular reality-show” (link). Es claro, no se va a tratar de un usar un término viejo y desgastado como el socialismo o el comunismo, sino una nueva palabra. También es evidente la explicación torpe y vacía de Uribe respecto a exactamente cómo harán las Farc para imponer ese modelo económico. Lo mismo sucede con otro de sus secuaces, el procurador Alejandro Ordoñez, cuando habla de ideología de genero (link). ¿Qué es la ideología de género? Tampoco se sabe muy bien, pero lo que sí es evidente que oculta y a la vez devela ese término es el otro aspecto que menciona Eco en su texto, los constantes intentos del fascismo por causar miedo al diferente. En este caso, la flecha se apunta contra las mujeres y los gays, bien podría apuntarse contra los negros o contra los extranjeros, como lo hicieron otros fascistas. Lo más preocupante es que en un panfleto de Las Águilas Negras amenazan a esos grupos particulares: “LLEGO LA HORA DE LA LIMPIEZA SOCIAL. Ahora les toca el turno a los mal p…… basuqueros y sidosas, vendedores de droga, ladrones, callejeros, jaladores de carro, secuestradores y jóvenes consumidores. YA LOS TENEMOS IDENTIFICADOS”. Si bien en este panfleto no hay una referencia explícita contra los gays, si la hay contra las mujeres y contra los pobres. O más bien, se hace evidente una defensa de ciertos valores tradicionales. Esto es muy claro sobre todo en los pronunciamientos de Ordoñez, que se lanza a la presidencia bajo el lema “firma por la familia”. Respecto a esta defensa de los valores tradicionales Bataille y Eco tiene comentarios interesantes. Cito a Bataille:

“Obviamente, el empleo de las palabras superior, noble, elevado, no implica una adhesión. Esos calificativos sólo designan en este caso la pertenencia a una categoría históricamente definida como superior, noble o elevada: las concepciones nuevas o individuales no pueden considerarse sino en relación con las concepciones tradicionales de las cuales derivan; por otra parte, son necesariamente híbridas, sin fuerza, y no cabe duda que sería preferible renunciar, en lo posible, a toda representación de ese orden” (p.133).

Eso es precisamente lo que sucede con la invocación a los valores que hace Ordoñez y Uribe; que defienden a plomo los paramilitares. Se trata de una defensa de los valores tradicionales, de la familia, la religión y una idea de pureza que orbita alrededor de esas ideas. Para Eco esa es la primera señal del fascismo, el primer germen del monstruo.

Sigamos con el discurso del ahora candidato Ordoñez, justo cuando fue destituido por el Consejo de Estado por corrupto. Dice: “Múltiples veces, el gobierno y las Farc presionaron públicamente mi salida. Estaban ansiosos de liberarse del procurador. Comprendo el odio de Timochenko y el resentimiento de Juan Manuel Santos. He sido, como lo ordeno la constitución, muy riguroso con el cumplimiento de mis funciones. Un procurador de bolsillo le habría dicho sí a todo, pero la paz no lo justifica todo” (link). Este fragmento del discurso encierra varias cosas, en general, todas vaciadas de sentido. Por un lado, un respeto a lo sagrado -la constitución en este caso- y por el otro un rechazo tajante al proceso de paz, por ser según el procurador, contrario a este. Barthes en El grado cero de la escritura, con respecto al lenguaje stalinista, dice algo que aplica a lo dicho por el procurador. Este lenguaje se plantea a partir únicamente de la dicotomía del bien y del mal. Y está dicotomía se da por contraste, digamos, burgués es malo en tanto resulta contrario al sistema. Acá sucede lo mismo. La paz es mala en tanto desobedece nuestro orden sagrado. Es la misma defensa que hace de una concepción de familia y de una sociedad particular, que también invocan los paramilitares cuando anuncian limpieza social. Una defensa del orden establecido que es bueno de antemano, todo lo que salga de ese orden: gays, lesbianas, pobres, consumidores de drogas, ateos y una larga lista, es malo por el simple de hecho de ser divergente. Ese discurso sirve precisamente para justificar el accionar de los paramilitares, para darles un piso ideológico relativamente sólido. Bataille lo deja claro, esos valores, invocados como nobles y superiores, no son solo variables históricamente, se vacían de sentido cuando se invocan arbitrariamente. Pierden sentido en tanto representan un orden ya caduco o superado. La literatura nos ofrece un claro ejemplo de eso. Cuando se insiste en escribir como Homero -o en pensar como Torquemada- se hace evidente el paso del tiempo, simplemente, porque las funciones que tenían esas formas de escribir o de pensar ahora funcionan distinto o no lo hacen. Lo mismo pasa en la política. Cuando Uribe u Ordoñez intentan imitar a Laureano Gómez develan la senectud de sus ideas, su poca originalidad y la perversidad de sus fines. Las costuras de su discurso, es decir la base de este, cuando es develada termina por caerse como un edificio mal construido.

Para concluir: la única diferencia entre los paramilitares y los del Centro Democrático es esencialmente de clase. En ningún comunicado de ese partido se encontrarán errores de ortografía o amenazas directas, como las que sí se encuentran en los panfletos de los Águilas Negras y las Auto Defensas Gaitanistas. Pero el discurso y los valores que son invocados por medio de este son esencialmente los mismos. La otra gran diferencia, que no se presenta en la forma, lo hace en la acción. Los paramilitares eliminan aquellos que les son incómodos a ellos y a los fascistas. Lo más macabro del asunto, es que ese exterminio, esa purga, se justifica con el discurso expuesto por los fascistas del Centro Democrático. Ahí está lo preocupante. Seguramente, ni Uribe, ni Ordoñez, ni ninguno de sus lacayos le disparará a otro, pero por medio de sus palabras, que son las mismas de los asesinos, justificaran el exterminio. No tiene sucias sus manos, pero sí sus lenguas, sus mentes. Hablan el mismo lenguaje; el de los monstruos.
Matías Montaña - Revista John Galt

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