El Barcelona no fue capaz de pasar del empate (0-0) y quedó fuera de la Champions League en el partido de vuelta de cuartos de final ante una inexpugnable Juventus que se defendió de todos los ataques de la escuadra blaugrana, que por segundo año consecutivo dice adiós a la máxima competición de clubes en la misma ronda.

Con el objetivo claramente marcado, el Barcelona salió a intentar el imposible desde el minuto uno. No faltó la voluntad, pero en muchos momentos del partido sí se echó en falta una hoja de ruta. No hubo nunca ideas para perforar la defensa de la 'Vecchia Signora', un muro blanquinegro sin fisura alguna, casi perfecto.

Aprovechando el despliegue total del Barcelona, la Juventus se permitió las primeras contras (Dybala, especialmente inteligente en ellas) aunque sin éxito. Fueron Piqué y Umtiti los que jugaron sobre el alambre, pero salieron victoriosos de los cruces en los últimos metros.

En el área de Buffon, mucos futbolistas pero poco ruido. Movimientos de cerco, cambios de orientación...pero en todo momento balas de fogueo. Cuando un jugador conseguía irse de su marca, aparecía un soldado nuevo. Si un rebote favorecía a los culés, otro jugador juventino se interponía en el siguiente trance...un laberinto de piernas y cabezas, un bloqueo aéreo y subterráneo que solo pudo romperse en dos ocasiones por mediación de Messi: con un disparo a bocajarro que se fue desviado y otro que Buffon tuvo que despejar con apuros. Al descanso se llegó con un Barcelona apurado, casi desquiciado con Kuipers, después de un tremendo costalazo de Messi, que cayó al suelo de cabeza en un salto con Pjanic. Todas o casi todas las acciones del colegiado holandés. El clima de enfado no favoreció a los de Luis Enrique, todo lo contrario.

En la segunda mitad, la fluidez del juego culé disminuyó de manera proporcional al paso del tiempo. Siempre con agobios, con el rabillo del ojo orientado al reloj, el Barcelona trató con obstinación de romper el tabique. No se pudo achacar falta de actitud y carestía de voluntad, pero poco importó.

De nuevo fue Messi el que tuvo más cerca el gol, con un tiro marca de la casa que se fue rozando el poste y otro disparo con la derecha en un fallo en la salida de Buffon. Suárez, incrustado entre Bonucci y Chiellini, fue la imagen de la desesperación. Neymar, enrabietado con la situación y con la defensa rival (se quejó del tobillo), tampoco pudo aportar gran ayuda. Paco Alcácer estuvo casi inédito saliendo desde el banquillo. Curiosamente, Mascherano no pudo hacer el 1-0 por cuestión de centímetros. También opositó a ello Sergi Roberto, pero su zurdazo se marchó algo lejos de la escuadra.

Entretanto, la Juventus fue contemplando el desenlace con deleite, con la satisfacción del que recoge los frutos del trabajo bien hecho. Pasaron los minutos, y con el Barcelona ya desbocado, tuvo nuevas apariciones en campo contrario. Pjanic, en un disparo rechazado, impactó en el larguero en la que fue la ocasión más clara de los italianos. La de Cuadrado fue la última: un disparo cruzado que se fue lamiendo la madera.

Así acabó el partido, así acabó la historia de, esta vez, un verdadero imposible. La Juventus no fue el PSG, y el Barcelona pagó muy caro no ser el Barcelona en Turín. Otro año más, los culés se quedan fuera de la Champions en cuartos de final. Pasó el mejor equipo...y probablemente, un clarísimo aspirante a hacerse con la Orejona después de la final perdida en 2015. Esta 'Juve' mete miedo. Mucho miedo.