Yo ya le dije Sí a la paz
por John Milton Jr
Sucedió en 1.998. El candidato a la presidencia Andrés Pastrana, se reunió con el entonces jefe de las Farc Manuel Marulanda alias Tirofijo, y la foto nos emocionó a muchos. Cabe recordar que en la década del 90 el poder de la guerrilla aumentó exponencialmente producto de su incursión en el narcotráfico y la total incapacidad del gobierno de Samper para enfrentarla, porque estaba ocupado defendiéndose por su descarada compra de la presidencia con plata de otro cartel.
Cuando estaba comenzando mi vida universitaria experimenté el temor constante de llegar a ser víctima de una bomba de Escobar, o de una bala de alguno de sus lavaperros que andaban armados como Pedro por su casa, matando policías y a quien se les diera la gana. Un presidente pusilánime, que se ganó el puesto en un entierro, decidió que el Estado debía claudicar ante el amo del cartel para conseguir la paz. Haber cedido ante las condiciones del psicópata lo impulsó a delinquir con mayor descaro desde el hotel que le dieron por cárcel, y cuando la situación se salió de control, el autor de semejante desfachatez tuvo que hacer alianzas criminales con bandidos peores para darlo de baja; esos bandidos contaron con un sospechoso indulto y siguieron delinquiendo. Vaya uno a saber por qué Gaviria prefirió liquidar a Pablo en vez de recapturarlo. Tampoco sobra recordar que el bulloso promotor del Sí, fue el creador de las Convivir, junto a su entonces ministro de defensa Rafael Pardo, las que terminarían convertidas en los temibles grupos paramilitares que tanto le achacan a Uribe.
Pero bueno, tanta historia es para decir que nuestra generación sí vivió la guerra y muy cerca, por eso cuando hace 18 años vimos la oportunidad de dialogar con uno de los mayores generadores de violencia y cerrar ese capítulo, no dudamos un minuto. Fueron enormes las concesiones dadas a las Farc, comenzando por despejarles un área del tamaño de Suiza. Muchos sapos nos tragamos, hasta que los bandidos, en un acto de soberbia y estupidez infinita resolvieron secuestrar un avión, lo que hizo insostenibles las negociaciones.
Años después el gobierno Uribe hizo un proceso de paz con los paramiltares. Tuvo sus defectos, también nos tragamos sapos, pero sus jefes pretendieron burlarse del gobierno y la sociedad al continuar con sus actividades delictivas y como la extradición no fue eliminada, cosa que está ocurriendo con el actual acuerdo, el Presidente no dudó en montarlos en un avión con destino a cárceles gringas.
Todas estas experiencias no se borran; quedan grabadas para poder tener la autoridad moral de votar conociendo la historia. A los argumentos racionales de quienes defendemos el No, los furibundos porristas de la paz sólo pueden responder que votar Sí es un acto de fe (Margarita Rosa), o un acto de amor (Enrique Santos Molano). Pues les tengo noticias: El acuerdo de paz no es una novena, Timochenko no es San José y Juampa no es la Virgen María. Cualquier cosa puede esperarse de ellos, menos buena fe. Un bandido no se convierte en ángel por la firma de un papel, así como un novio maltratador no se vuelve un perrito faldero y contemplador apenas se casa. Las pobres novias que caen en esa trampa terminan pagando hasta con su vida el creer semejante bobada.
Yo ya le dije Sí a la paz en 1.998. Me ilusioné con un futuro mejor y la decepción fue inmensa. Hoy puedo decir que a la paz se llega fortaleciendo las instituciones y haciéndolas respetar, no entregándolas. La seguridad, la justicia, el orden son irrenunciables si un Estado pretende ser viable.
Las encuestas de esta semana muestran que la intención de voto por el No, subió 10 puntos. A medida que la gente lee los acuerdos Y LOS ENTIENDE la euforia se convierte en escepticismo, y el escepticismo en pánico de que semejante atentado a la democracia pueda llegar a materializarse ¡Con razón los últimos aliados del Sí son los Ñoños!