El problema no es que se cierren las vías del diálogo sino de la propia democracia. Con el Tribunal Supremo en contra, las leyes de la Asamblea Nacional serán un saludo a la bandera. Seguramente cada ley aprobada será objetada por Maduro y deberá ser examinada por el Tribunal Supremo que la declarará inconstitucional, al tiempo que el parlamento comunal que fue elegido hace unos días por el chavismo entrará a legislar y sus leyes serán declaradas constitucionales por el TS.

Así las cosas, la encerrona del chavismo contra la Asamblea Nacional dará como resultado un órgano de papel sin ningún papel decisorio. ¿Y la voluntad del pueblo? La confrontación queda servida, el país paralizado, los desaciertos económicos seguirán profundizando la crisis hasta el estallido social y la intervención de los militares a favor de la mayoría que culminará con la salida de Maduro del poder y la convocatoria a nuevas elecciones.

Ojalá que no porque el caos va a golpear mucho más al pueblo, profundizando su pobreza. Lo que necesita Venezuela es salir de la crisis lo más pronto y sólo se consigue si todas las fuerzas políticas se unen para tomar las medidas necesarias. Pero la estupidez del chavismo no tiene límites y están cavando su propia tumba, dejando tras de sí un desierto.