Los gringos no tenían necesidad de meterse porque la tormenta perfecta estaba dada y sólo cabía sentarse a esperar el derrumbe.

Veamos:

El populismo se sustenta sobre los subsidios con tal de conseguir y mantener el fervor popular y Venezuela se ha dado ese lujo desde hace mucho con la gasolina. El chavismo lo extendió a muchos otros renglones gracias a los altos precios del petróleo. Su baja, por la sobreoferta mundial, creó un monumental déficit que dejó las finanzas públicas en serios aprietos.

Ahí comenzaron los problemas que se agudizaron por la ineptitud gubernamental. Sin dinero en el bolsillo, debieron acudir a onerosos préstamos, a pagarse con lo único que tienen, petróleo, pero a precios por debajo del mercado, ya de por sí bajos. Y como no se tiene dinero tampoco se invierte y PDVSA dejó de hacer inversiones y mantenimiento de sus plantas. Esto significó menos producción y por tanto menos dinero en el bolsillo.

Como si fuera poco, la ortodoxia chavista, mala consejera económica, en vez de corregir el rumbo, le echó la culpa a los empresarios y comenzó a expropiarlos matando el ******o productivo del país, rematando el sainete con la ley del "precio justo", que obligaba a vender a precios ruinosos. Como nadie comercia para empobrecerse, era preferible cerrar y comenzó el deasabastecimiento, agravado por la falta de divisas para comprar bienes en el exterior en un país que casi todo lo importa.

Los capitales huyeron del país y el gobierno impuso un férreo control de divisas que determinó diferentes tipos de cambio, caldo de cultivo para la corrupción. Compro barato en el exterior con las pocas divisas que hay y lo vendo caro en el país en el mercado negro con un dólar paralelo disparado. Imaginen. A seis bolívares por dólar al cambio oficial adquiero un un bien que me cuesta 10 dólares, es decir, 60 bolívares, pero si lo vendo en el mercado negro con un dólar 10 veces más caro, consigo 600 bolívares con los cuales vuelvo y adquiero dólares al precio oficial y obtengo 100 dólares en un abrir y cerrar de ojos.

¿Quién paga la diferencia al final? Las finanzas públicas que tienen subsidiado el dólar. ¿Y quién puede hacer estos negocios? Los altos funcionarios que se enriquecieron y de ahí su mote: boliburgueses. Hay más temas como el narcotráfico, Petrocaribe, el Alba, las leyes habilitantes, demasiados problemas para tratarlos en un comentario. Baste con el recuento: desabastecimiento total, inflación del 200%, corrupción, ineptitud, violencia, desempleo, autoritarismo, cierre de fronteras, iliquidez...

Lo que sorprende, más allá del contundente triunfo de la oposición, es que haya gente que todavía apoye un modelo económico y político fallido. No es la primera vez que lo padece Venezuela. El último fue Marcos Pérez Jiménez, antes Juan Vicente Gómez y así se adentra uno en la historia venezolana (y latinoamericana) y encuentra muchos ejemplos de populistas y dictadores, que simplemente regresan con nombres cambiados, pero que en esencia siguen siendo el mismo burro con distintas orejas.