Disculpen que me salga de los terrenos de la Negra Candela y opte por mirar desde el simple terreno político donde hiede la corrupción. Quizás no hubo sábanas de por medio. Quizás fue corrupción pura y simple. Yo te doy el contrato, tú me participas las ganancias y como en los buenos negocios todos ganan... bueno, casi todos, porque los destinatarios de los algoritmos se quedaron viendo un chispero.

Claro, existe la posibilidad de que la Dra. Natalia sea una experta urbanista que entre enrevesadas fórmulas matemáticas descubra por qué un pobre es pobre y qué tan complicado es darle una casa, suma de tejas y ladrillos, resta de comisiones, multiplicación de interesess y división de ganancias, todo esto al cuadrado.

Mis respetos por nuestra destacada politóloga, criminóloga, urbanista, pero sobre todo porque posee la mayor virtud del colombiano, el rebusque, y no nos sorprendamos si mañana nos ilumina en otro ministerio, en la procuraduría, en el servicio diplomático, hasta de hacker o sabia en plebiscitos, porque es la mujer total, la que brilla sobre todos porque nadie como ella es experta en numerología, capaz del milagro supremo: la multiplicación de los pesos sin romperse ni mancharse.

¿Dra, cuándo almorzamos?