Veo a la selección sin norte porque el norte que tuvo, Pekerman, no sabe qué hacer. Es capaz de organizar un equipo de grandes figuras, pero cuando éstas faltan (lesiones, suspensiones, bajos rendimientos) se desconcierta, queda al garete y sólo acierta a remendar a la desesperada. Y es aquí cuando se juega al azar, a ese momento mágico, como sucedió contra Chile, que una jugada aislada resuelve un partido.

Veamos:

Contra Chile, urgido por la vergüenza de la goleada, con un medio campo maltrecho, pero contando con el regreso de James arriesgó con Cardona, Muriel y un debutante, Torres, que con la suerte del primipíraro, dio la talla. Buen segundo tiempo porque encajaron las piezas y la máquina funcionó con un equipo corto, compacto que surtió de balones a los de arriba y una sociedad Muriel-Jackson, dio de qué hablar.

¿Por qué, si el engranaje funciona, lo desarma y regresa a los viejos fantasmas? ¿Por qué es Barranquilla y Bacca y Teo seguramente se van a lucir? ¿Por qué si Cardona lo había hecho bien, vuelve al cuento de Macnelly?

¿El resultado? Despelote. James no pudo romper el cerco de los tres centrales, Bacca, un zombie deambulando por ahí en espera de un balón que nunca llegó, y Teo tratando de apagar el incendio con vasitos de agua. Atrás, Macnelly, como alma en pena, aturdido, impreciso, creyéndose el cuento de que esta es la Liga Águila y Mascherano un gorila con aserrín en el cerebro.

Pekerman regaló diez minutos del segundo tiempo antes de decidirse a cambiar a Macnelly... pero no por Cardona que era lo obvio sino por Muriel. Por dios, si el problema no era con los de adelante, sino de creación y aunque Muriel puso su cuota de alegría, duró bien poco por el medio campo escuálido, sin ideas. ¿De qué valen tres brazos sin un cerebro que los guíe?

Pero faltaba la tapa. Aunque Pekerman acierta sacando a Teo por Cardona, desarma el medio campo que ya estaba en problemas y deja a Torres como único volante de contención y en lugar de Mejía mete a ¡Ramos!. Aparte de contar con dos bisoños (Fabra y Palacios), un Zapata perdido y un Murillo impreciso, quedan con un novato de refuerzo.

Milagros hubo en el Metropolitano porque sólo hubo un gol argentino. Marcador mentiroso. Lo justo hubiera sido un 3-0. Un gol mal anulado y otro de las varias oportunidades que no entraron porque la selección Colombia tuvo su cuota de buena suerte: no terminó la noche con goleada.

¿Y marzo? No hay solución a la vista. rezar para que Aguilar regrese, para que Cuadrado se asocie, para que James madure, enfríe la cabeza y aterrice de la fama que amenaza con convertirlo en un divo intocable y regrese a la humildad que lo hizo grande, rezar mucho para que no haya más lesionados ni suspendidos, y sobre todo orar para que Pekerman encuentre el camino.

El optimismo moderado cede a los nubarrones que amenazan tempestad.