Hay que poner las cosas en su contexto. El hecho de que unos musulmanes extremistas interpreten su religión a su manera no indica que todos los demás son malos y hay que exterminarlos. ¿Entonces deberíamos decir lo mismo de los cristianos? El hecho de que naciones cristianas hayan cometido bestialidades como, por ejemplo, arrojar dos bombas atómicas sobre dos ciudades indefensas, cometiendo el crimen más sanguinario que se recuerde, no quiere decir que todos los cristianos son malos y hay que acabarlos.

La religión musulmana, curiosamente, es una religión de paz y de concordia. Quien se tome el tiempo de leer el Corán encontrará palabras sabias donde se busca el amor entre los semejantes al igual que lo predican los libros sagrados de otras religiones. Los locos del Estado Islámico, cobardes y sanguinarios, justifican sus matanzas interpretando a su manera el Corán, lo que ha provocado que la inmensa mayoría de los mil doscientos millones de musulmanes rechacen su barbarie.

Hay que perseguir a estos dementes y muchos musulmanes se van a unir a esta cruzada contra esta mancha de horror que se extiende por oriente y aparece en Occidente, pero acá no nos rasguemos las vestiduras, porque la barbarie de este lado del mundo abrió esa caja de Pandora cuando después de caer el imperio Otomano se inventaron países, pusieron en el poder a una partida de sátrapas, protegieron sus genocidios, saqueron sus recursos y para completar, en Afganistán entrenaron y apoyaron a la naciente Al Qaeda. Una cadena de errores, de apoyo al terrorismo (Irak contra Irán, talibanes contra los soviéticos) que ahora se vuelve en su contra.

Cuentas por saldar, vieja barbarie contra nueva barbarie y la población civil en el medio en este choque de fundamentalistas, de asesinos que cumplen a cabalidad el viejo dicho: “cría cuervos y te sacarán los ojos”.