Hay algo para resaltar. Daniel Coronell y su equipo de investigadores tanto en Estados Unidos como en Colombia, son muy cuidadosos a la hora de hacer públicos sus resultados. Hay veces, por ejemplo, que deja de escribir una columna en Semana. La razón es que no tiene plenamente confirmado el tema materia de ella e incluso varias jamás han sido publicadas.

Coronell no anda pendiente de la chiva ni tampoco del personaje que es materia de sus escritos. En la pasada campaña electoral hizo temblar la reelección de Santos por su columna acerca de la presunta intermediación pagada a J. J. Rendón para hacerle llegar al presidente una propuesta de los hermanos Comba para desmovilizarse a cambio de entrega de rutas.

Y como se estila en el periodismo estadounidense, cuando hay alguna imprecisión, rectifica, porque es imposible saberlo todo, como en este caso. Los correos existen, pero le atribuyó al exembajador una comunicación directa con Clinton cuando en verdad fue indirecta y salvo que fuera bipolar y tuviera al mismo tiempo dos opiniones distintas, las que le tacharon en los correos desclasificados se pueden deducir por los correos develados por wikileaks.

Ahí tiene la opinión pública las dos caras del hecho y podrá sacar sus propias conclusiones.