Hay que ser descarado en esta vida para, con la mayor desfachatez, señalar al presente gobierno de lo que no fue capaz de hacer durante los ocho años de su gobierno, para defender los derechos de Colombia. A Santos, infortunadamente, lo único que le tocó fue recoger el desastre dejado por su antecesor, sin ninguna posibilidad de remediarlo. Y ahora, este sinvergüenza, por no decir mayores palabras, le viene a increpar por las consecuencias de sus propias embarradas.

Santos está entre la espada y la pared. Sabe que tiene que cumplir con el fallo y como lo han hecho otros países perdedores en litigios internacionales, se aferra al derecho nacional para retardar lo inevitable: entregar una gran porción de nuestro territorio por culpa de la desidia de su antecesor.