Primero había que intentar el diálogo. Eso ha hecho Colombia a lo largo de su historia republicana y por ello se ha ganado el respeto de la comunidad internacional. Pero su fracaso por el incumplimiento de lo pactado entre las cancilleres, en especial el impedimento al paso del defensor del pueblo a Venezuela para comprobar lo sucedido en el barrio donde se están demoliendo las casas de los colombianos deportados, y la nueva reunión de las cancilleres, demostró que la pandilla que tiene secuestrada a Venezuela no tiene palabra, no tiene honor, no tiene seriedad. Es una banda de delincuentes y la llamada a consultas de nuestro embajador pone las relaciones al borde del rompimiento.

Aunque la reunión de la Unasur no promete mucho debido a los incondicionales aliados que tiene Maduro (Ecuador, Brasil, Argentina y Bolivia), incluido su secretario Samper, una vergüenza para Colombia, es el paso a seguir para agotar la siguiente instancia y luego llevar el caso a la OEA. canales diplomáticos que deben seguirse porque hay 4 millones de colombianos que pueden sufrir por el bellaco Maduro y su entorno narcotraficante que saquean a Venezuela y atropellan a las minorías.