Ni el gobierno ni la oposición presentan pruebas concluyentes sobre las causas del siniestro. Los unos hablan de mal tiempo y laderas y los otros de combates en la zona adobados con opiniones, evidenciando que la muerte de 16 uniformados se convirtió en botín electoral.

El bisoño ministro de defensa la embarró al exponer teorías apresuradas en vez de señalar lo obvio: esperar el dictamen de los técnicos en la materia. Y el avivato senador no perdió la oportunidad para sacar provecho de la ambigüedad y desatar una duda oportunista y criminal en contra de las instituciones democráticas.

Un inexperto y asustadizo ministro y un carroñero político: pelea de tigre con burro amarrado.