Un buen gerente sabe rodearse de asesores competentes, que sepan más que él en sus especialidades, y su talento reside en saberles sacar el mejor provecho y armonizar sus talentos en procura de la meta establecida.

Un mal gerente es el que quiere resolverlo todo por sí mismo, no escucha a nadie e impone cada paso que hay que dar en busca de la meta trazada. La soberbia es su marca y la sordera su estigma. De ahí que quien no esté con él automáticamente está en contra suya.

Así deben ser los gobernantes.

Petro se quedó en buenas intenciones y peló el cobre con su autoritarismo, ayudado por Monseñor Ordóñez, a la par que revelaba su incompetencia.

Faltan 4 meses y 28 días...