Como certeramente lo expuso el analista de la empresa encuestadora, se refleja el momento de pesimismo por el que pasa el país a raíz del escalamiento de la guerra luego de que la guerrilla rompiera su tregua unilateral con la muerte de los 10 uniformados, los bombardeos que le siguieron causando decenas de bajas en las filas subversivas y los atentados a la infraestructura energética con graves daños ambientales.

El anuncio de una nueva tregua unilateral y el cese temporal de los bombardeos no basta para cambiar la percepción de las dos terceras partes de los colombianos, alimentada por la torpeza de las Farc y su magnificación por los contradictores del proceso de paz. Se necesitan hechos concretos que se puedan palpar, que demuestren que puede haber una paz más allá de la verborrea diaria.

Hay de por medio cuatro meses para que las partes en La Habana produzcan resultados tangibles, únicos demostrativos de que la paz está más cerca que lejos. Una encuesta en diciembre mostrará qué tanto los negociadores le han trabajado a la paz y qué tanto les creen los colombianos.

Al margen: el senador Uribe es rechazado por casi la mitad de los colombianos, indicativo de la polarización en la que vivimos. El odio produce dividendos, pero no tantos como podría pensarse. A diferencia de cuando gozaba del poder presidencial, hoy su imagen ha caído más de 20 puntos, aunque sigue siendo fuerte en el país más conservador de la región.