Nuestro apreciado senador, con su esquema de seguridad de 300 guardaespaldas, flotilla de carros blindados, incluyendo una ambulancia cerrando la larga caravana que lo protege de todo mal y peligro, defendiéndolo incluso de las pesadillas que lo atormentan por nunca encontrar la venganza suficiente que le aplaque sus iras, no piensa en las víctimas. Ellas son las que celebran que la violencia cese, que se converse en vez de echarse plomo.

No es para echar voladores. Es una simple tregua que las Farc se han visto obligadas a ofrecerle a unas fuerzas armadas que no han cesado en su ofensiva causándoles numerosas bajas y a un país que rechaza su violencia y está dispuesto a jugársela a fondo por la guerra si la subversión no aprovecha la mano tendida de la paz.

Es la presión militar la que les ha hecho bajar la cabeza. Querían un cese bilateral del fuego y la respuesta fue bombardeos, muerte de cabecillas y guerrilleros rasos, deserciones, pérdida de armamento y expropiación de 280 mil hectáreas en el Meta, golpe demoledor a sus finanzas. Les tocó recular al ver que la alternativa a las conversaciones de La Habana es una tumba en Colombia.

¿Pero quién le hace entender esto al senador opositor? Tuvo ocho años para derrotarlas y no pudo, pese al medio millón de hombres que lanzó en su contra, provocando el efecto contrario, que después de seis años de derrotas consiguieran adaptarse y en los dos últimos años de su mandato volvieran a las andadas, arreciando sus ataques en pequeños grupos, optando por la guerra de guerrillas de sus inicios.

Pero ahora que la guerrilla ofrece una tregua en su lucha por su supervivencia, sin que esto signifique que las fuerzas militares hagan lo propio, hay que rechazarlo. ¿Entonces qué? ¿Seguimos en guerra? ¿Senador, le ha preguntado a las víctimas si es eso lo que ellas quieren? ¿Continuar la guerra interminable por otros cincuenta años y 200 mil muertos más?

Palo porque bogas y palo porque no bogas.