El proceso de paz colombiano, Wilfred, debió seguir un camino propio a diferencia de los que se habían realizado en otros lugares y era negociar en medio del conflicto, merced a la desconfianza. En los dos anteriores, el cese bilateral dio ocasión a que las Farc fortalecieran sus estructuras para proseguir la lucha armada. Continuar la guerra era muy complicado porque pese a que se estaba negociando en el exterior (un acierto) y se advirtió que nada de lo que sucediera en Colombia afectaría las conversaciones de paz, en la práctica era muy difícil que no ocurriera y al final, una violación de las Farc a su cese unilateral estuvo a punto de dinamitar el proceso y provocó un escalamiento de la guerra como no se veía desde hace mucho. Ambas partes se mostraron los dientes y la población civil, como de costumbre, fue la gran damnificada.

Las Farc no esperaban la firme respuesta del Gobierno que decidió jugársela a fondo arreciando la ofensiva militar, como tampoco la tragedia ambiental que causaron sus irresponsables atentados y el consiguiente rechazo de los colombianos. Con todo en contra y apelando a las bombas por su debilidad militar que les impedía una confrontación directa con las fuerzas armadas, debieron recular. Un cese unilateral del fuego por un mes (ya lo ampliaron a cuatro meses) y el acelerador al cuarto punto, aparte de las manifestaciones claras de no pararse de la mesa bajo ninguna circunstancia, fueron la respuesta para tratar de revertir el escepticismo de los colombianos.

El gobierno le demostró a las Farc que quiere la paz pero no le teme a la guerra. De ahí que volviera a barajar regresando al desescalamiento del conflicto que, es de suponer, comenzará por parar los bombardeos, con la clara advertencia de que no es un cheque en blanco, ni tampoco ilimitado en el tiempo. Si la Mesa avanza no sólo firmando el cuarto punto, sino en el quinto punto (se comenzó a trabajar simultánamente) en cuatro meses el Gobierno decide si persiste en el proceso o lo da por terminado.

Una jugada de ajedrez notable que muestra la madurez del proceso y se nota que han puesto la mano los expertos internacionales en resolución de conflictos, así como los países garantes y los acompañantes. Se necesitaba de cabeza fría y un paso adelante y se dio por fortuna. Quien violó el desescalamiento se echó para atrás y el gobierno, aunque sigue su ofensiva militar en tierra, bajará la intensidad. A la par, en las próximas semanas las Farc entregarán un grupo de menores que militan en sus filas y proseguirá el proceso de desminado cuya prueba piloto fue un éxito.

Son buenas noticias y aunque persiste la natural desconfianza de los colombianos, se puede decir que se superó la grave crisis (no será la última) y se continúa avanzando hacia la firma de los acuerdos.