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PixelSHERLOCK Finished Autocrítica y revisión en el PSUV: Deuda social Vs. renta petrolera: Dólar Vs. Bolívar Calificación: de 5,00

Los mejores licores
(Bienvenida la autocrática con altura dentro del PSUV, ya se van viendo los timonazos; no hacia afuera, si no para reconstruir hacia la búsqueda y la afirmación de lo que Chávez denominó el Socialismo del S.XXI; un proceso hijo de la partera, de la historia; en búsqueda de su autoafirmación e identidad con sello propio: el latinoamericano. Una muestra de eso está en las críticas controversiales de Giordani, ministro, mano derecha del presidente Hugo Chávez)

Por: Contrapunto.com | Jueves, 09/07/2015
Credito: contrapunto.com




09-JUL-2015.- El ex ministro de Planificación defiende su gestión y afirma que advirtió a tiempo de la crisis que venía: “El regalado se tiene que acabar, comandante”, le dijo al fallecido Presidente en mayo de 2012

“Cero hits, cero errores, cero carreras”: así, en términos beisbolísticos, resume Jorge Giordani el efecto de las explosivas denuncias que ha venido haciendo sobre la conducción de las políticas económicas del país.

Jorge Giordani es hoy la representación vívida del ostracismo político. “Chivo expiatorio para los fascistas y traidor para el gobierno” –según apunta él mismo–, un manto de silencio envuelve hoy a quien, tras acompañar a Chávez durante 12 de los 14 años de su mandato, es inevitablemente percibido como el arquitecto del modelo económico propulsado por la llamada revolución bolivariana.

Curiosamente, quienes lo acusan de traidor se han quedado con las ganas de verlo correr hacia las filas y las ideas del adversario político.
Y quienes lo demonizan como responsable de la crisis hoy desatada, no se detienen siquiera a considerar la posible utilización, en provecho propio, de sus actuales señalamientos.

En realidad, ni unos ni otros parecen tener interés en lo que pueda decir Giordani. ¿Qué aspectos defiende hoy de su actuación en el Ejecutivo? ¿Asume sus responsabilidades? ¿Estuvo siempre de acuerdo con todo lo que se hizo? ¿Propuso alternativas? ¿Y qué es lo que ahora critica y denuncia?

A un año de su célebre carta pública, y justamente el día en que arribó a los 75 años de edad, Giordani recibió a Contrapunto en el mismo exacto espacio de su casa en el que ha concedido otras entrevistas. “El rincón del Quijote”, lo llama. Y aunque, en efecto, está allí sobre la mesita una voluminosa y gastada edición de la obra de Cervantes, quizá sea más bien una alusión a sí mismo y al espacio en el que está hoy relegado. Un Quijote rodeado por los dos grandes retratos de Chávez impresos en lienzo y por la intención de contarlo algún día todo en sus memorias.


Ya en octubre de 2012 había que tomar medidas severas

—¿Ha pasado algo con esas denuncias tan fuertes que usted ha hecho, ha habido algún efecto?

—Ninguno. Como dicen en términos beisbolísticos : cero hits, cero error, cero carrera, amigo. Nada.

—Vayamos entonces al otro extremo. ¿Cuándo comenzó la situación que usted denuncia? Esos señalamientos, ¿llegó a plantearlos en su momento o, como le recriminan muchos, sólo los soltó al salir del Ejecutivo?

—Este proceso viene desde la enfermedad del Presidente, y yo lo voy a decir claramente: fue un proceso de cooptación política. ¿Tú te acuerdas que él hizo un viaje a Brasil y salió con unas muletas? Creo que de ahí fue para Ecuador, y terminó en Cuba. Eso fue a principios del 2011. El día 30 de junio él apareció frente a un atril, allá en Cuba, demacrado. Digno, pero demacrado. Dos operaciones llevaba. Y a principios del 2012 lo tienen que operar por tercera vez. Después vino todo el 2012, la campaña, toda la campaña. Y la situación: había que tomar medidas, había que jugarse a Rosalinda el 7 de octubre.

Yo recuerdo que el 8 de diciembre, después que anunció lo de Nicolás, él nos llamó, a un pequeño grupo allá en Miraflores, y se fue a levantar. Había una mesita ahí, y para pararse… le costó. Así sería el dolor que tenía. Basta imaginar una persona en esas condiciones. Yo se por qué te lo digo: fue un proceso de inmediación… dos años.

Afectado el líder, el caudillo, su forma de actuación –dura, porque él no era ninguna monedita de oro–, eso lo afectó todo. Y lo afectó, además, estando afuera, donde por más que sea tú te distancias. Y hubo mediaciones. Yo fui una sola vez a La Habana, por invitación suya: hay una foto por ahí.

El 7 de octubre había que tomar unas medidas severas. Después vino el 20 de octubre, que fue la única vez que nosotros nos vimos con él. El “golpe de timón”. Ahí él hace una referencia a mi persona.

—¿Y usted llegó a advertirle antes acerca de eso? ¿Tuvo oportunidad?

—No allí. Eso fue un Consejo de Ministros, muchas personas. Con él las conversas eran más personales, más individuales. Luego, el último contacto que tuve con él fue precisamente el 28 de diciembre de 2012, por teléfono. Yo la voz no la identificaba, pero él me hizo preguntas muy precisas: “¿Y no se han tomado medidas…? ¿Y la tasa de cambio y todas esas cosas?”.

Creo que él sufrió, a finales de ese año, un bajón en su salud. Claro, él ya tenía la cuestión de la tráquea, supongo. Pero las preguntas que hizo fueron acuciosas, sobre las cosas que teníamos que haber hecho. Con esto quiero decir 2011-2012. O sea que él estaba consciente de toda esa situación… Pero había mediaciones.

Antes, en mayo de ese año, hubo un Consejo de Ministros, y él fue un poco injusto, Chávez, con unas aseveraciones que hizo ahí. Esa noche no dormí y le escribí una carta. “El regalado se tiene que acabar, comandante. Recuérdese de la Agenda Alternativa Bolivariana…”. Y le dije: “Estoy escribiendo un libro que se llama De la planificación imposible a la improvisación permanente”. Después de unos días me llamó y me dijo: “Ese título es un poco injusto”. Le contesté: “Mire, la improvisación para un llanero es un elogio, pero para el que no es llanero, esto es un desorden”. “Coño, tú siempre con tus cosas”, replicó.

Y hubo la visita de los franceses, que se la reclamé fuertemente a Nicolás Maduro.

—¿Hubo algún momento preciso en que discutiera con Chávez esas medidas severas que había que tomar?

—Todo esto no fue cosa de un día, hay que entenderlo como un proceso, con acontecimientos, contradicciones, luchas. Y la presencia de este caballero, de Chávez: una presencia dura. Pero claro, uno no era “¡Sí, comandante, a la orden!”. No, un momentico, no. Allí había unos razonamientos, unos planteamientos: “Averigüe, Presidente, estudie”. El libro de Mészáros se lo di: 3.000 y tantas páginas. Se lo leía, y preguntaba: te preguntaba a ti, le preguntaba a ella, le preguntaba al otro.

Pero no es el 2011, no es el 2012: es el 2013, es el 2014. O sea, que esto ya no es una coyuntura. Como lo puse en un título: la revolución es una cosa histórica, es un parto. No es un acto divino, un decreto: “Voy, por decreto, a acabar con la inflación”. No, no. Si la sociedad fuera un ser humano, esta sociedad estaría en terapia intensiva. Pero las sociedades nunca se ponen en terapia intensiva. Los países no acaban, no terminan, no fallecen: es una historia, es la historia. Entonces, lo que le viene ocurriendo en Venezuela es parte de un proceso de involución política.

— ¿Y esa involución empezó cuando? ¿Es de ahora, es de cuando Chávez, venía de antes?

—Empezó hace tiempo. Ahí se juntan tres cosas. El primer elemento es el señalado en la tesis de Mészáros, que va más allá de Marx, más allá del Capital de Marx: en una crisis estructural –que nos afecta a los 7.300 millones de seres humanos, eso es para toditos, aquí no se salva ninguno: griegos, españoles, americanos, australianos, chinos– hay cuatro contradicciones básicas: el problema del Estado-nación versus la trasnacional, la igualdad sustantiva, el problema del ambiente y el desempleo estructural, todos ellos contradicciones que la lógica del capital o el capitalismo no resuelven. Bueno, primer elemento. Segundo elemento, el colapso rentístico venezolano. Y el tercer elemento –que comienza ya en los años 80, en la tesis de Asdrúbal Baptista y Bernardo Mommer– es la crisis de hegemonía.

La crisis de hegemonía la venimos sintiendo los venezolanos desde hace mucho… desde tiempos del señor Betancourt. Reverbera en Venezuela a partir del impacto del neoliberalismo, años 80 y 90, y explota en febrero del 89. Eso fue un reventón de la corteza terrestre. Crisis de hegemonía. Y con Chávez se aplaca por obra de un liderazgo –él mismo lo decía: “Miren, yo soy una garantía para que este pueblo no se desborde y no nos lleve a todos por delante”– y de una válvula de presión, que es la distribución que se da de la renta petrolera. Ese es el problema petrolero. Ese es el problema político que tiene este país. Y no es desde ahorita.


A Chávez lo quieren como ícono: bien lejos

—Y resurge ahora.

—Sí, esa crisis de hegemonía se va recomponiendo después, en este proceso de involución, y otra vez reaparece con fuerza porque no hay un liderazgo. ¿Quién lo puede sustituir? “Yo soy hijo de Chávez”, dicen. “A nombre de Chávez”. Bueno, lo van a poner como a Bolívar: un ícono. Sienten que hay que hablar a nombre de él, pero ponerlo bien lejos.

Se hace más fuerte, esa crisis, con el proceso de su enfermedad, cuando le vienen los ataques otra vez, y después explota por la ausencia de un liderazgo político colectivo. No lo hay. Bueno, el domingo 28 se hicieron las elecciones del PSUV, pero ahí hay, como dice Héctor Navarro, la necesidad de una rebelión desde abajo. Mientras eso no se dé, es el dedo: “¡aprobado!”. Eso tiene sus límites.

—Entre las muchas preguntas que se pueden derivar de ahí, valga esta, netamente del plano político: ¿se produjo en ese mismo momento una disputa por el poder?

—Es que la hay todavía.

—Pero digo: ¿empezó ya con Chávez enfermo?

—Claro, por supuesto. Mermada la capacidad del líder… Hay que ver lo que es esa enfermedad. Quien haya conocido seres humanos que la sufrieron, lo sabe: esa es una enfermedad que merma la capacidad. Por más “gigante” que fuese, pues. Era un ser humano.

—¿Entonces a Chávez, ya al final, lo que le tocó fue decidir en medio de una pelea, fue un “vámonos por aquí”?

— Yo tengo mis supuestos, mis hipótesis acerca de la selección, pero eso no es lo sustancial. Esas son consecuencias. El drama va por dentro.

—¿En qué sentido? ¿Por qué continúa la pelea por el poder? ¿Cómo se manifiesta hoy?

—Eso existe en este momento. Y lo ves en términos, por ejemplo, de la política de los Estados Unidos. ¿Es nueva esa política? Yo recuerdo una reunión que tuvimos en Houston, donde estaban Luis Miquilena, el papá de Bush, Cisneros. Que, bueno, trataban de cooptar a Chávez. “Bueno, a esta ovejita vamos a atraerla”. Pero resultó un tigre llanero, ¿no? No lo lograron, como lo logran normalmente: van abrazando, pues; van endulzando, con esos caramelitos del supuesto poder del gobierno. Embelesando, como al oso, sólo con la miel. Con Chávez no pudieron.

La deuda social

—Un elemento determinante en lo que usted ha señalado es el entroncamiento de la crisis de la hegemonía con la crisis del modelo rentista. ¿Podría decirse hoy que Chávez representó un exceso de cristianismo?

—Bueno, te lo voy a decir, porque estas fueron cosas muy claras. Yo tuve la oportunidad de ir a Yare, donde Chávez se encontraba preso, el 26 de marzo del 93, si no me equivoco en la fecha. Y allí empezó el vínculo con él. Hicimos, con él y con Héctor Navarro, la Agenda Alternativa Bolivariana. Dos elementos centrales: control de Pdvsa –porque esta es una economía muy sencilla: petrolera y no petrolera– y pago de la deuda social. El pago de la deuda social lo calculamos –yo estaba equivocado, teníamos unas estimaciones del Morgan Guaranty Trust– en unos 100.000 millones de dólares. Y él siempre con la cosa: “No, no es una deuda de estos 40 años; a lo mejor la deuda viene de allá de 1830”.

En esa carta que mencioné, de mayo de 2012, yo le digo: “Recuérdese de la Agenda Alternativa Bolivariana, hay algunas notas… y se han pagado casi 650.000 millones de dólares”. A lo mejor, en términos de eficiencia, esa cifra fue, bueno, regada. Porque si tú sacas la cuenta de la renta petrolera de todos esos años, equivale a un 1 con 12 ceritos, o sea un millón de millones. Bueno, dos tercios se han distribuido.

Y si este caballero, Chávez, tiene un sólo merito histórico, es haber distribuido la renta petrolera. Que es el principal problema político. Dos tercios para los trabajadores, para quiénes trabajan. ¿Cuánto es eso? El 90% de la población.

—¿Y el resto?

—El resto se nos ha ido porque se nos ha colado. Cuando yo regreso en 2009 –después que renuncié, porque una vez me sacó él del gobierno, otra vez renuncié porque no estuve de acuerdo con él–, asumo la crisis. El proceso venía desacelerado. Recuérdate que en junio de 2008 los precios petroleros estaban en 140 dólares y ya para diciembre estaban en 40. Aquí hay muchos genios de la economía que son, bueno, y que ministros, pues. Y uno de esos genios soltó: “En proceso de desaceleración, si tú frenas, el carro se para”. ¡Genio!

Los planteamientos que hice, al asumir esa crisis, están en en mi libro Encuentros y desencuentros.

(Plantea allí en resumen Giordani: Asumir la crisis financiera que se había desatado en EEUU y que llevó el precio del barril de 140 dólares a 40; plantearle al país, “de manera abierta y sincera”, el significado y las consecuencias de esa crisis; combatir la corrupción, la inseguridad, el burocratismo, la inflación; “pasar de un modelo rentista capitalista a otro modelo productivo socialista”. Nota de la redacción)

Esos son procesos que vienen y uno los va escribiendo. Algunas cosas las escribes, algunas cosas las olvidas, carajo. Pero pienso vivir 120 años, todavía me queda tiempo para las memorias.

—¿Qué medidas se tomaron en ese momento?

—Hicimos un apretón en el 2009. Duro. Sector financiero, que son tres cosas: el mercado de valor, el sistema de seguros y la banca. Ahí está. Hubo un señor que quería vender uno de los bancos por un bolívar. Allá me estaba persiguiendo: todos sabemos quién es. Yo a Chávez le dije: “Presidente…”. Y preso fue.

En todas esas cosas, no es militarismo, son militares incrustados, con una lógica, en los puestos donde toman decisiones. Vaya usted a saber… Yo no soy juez. Yo lo que digo es que le apliquen a uno el método de la renta presunta. ¿Y este libro del Quijote? Me lo regaló mi papá. ¿Y este otro libro? Me lo gané en una rifa. Éste me lo gané en el cinco y seis, en la lotería. Y tú demuestras de dónde salieron tus cosas, ¿verdad? Pero hay otros… El nuevo rico tiene que ser ostentoso, porque si no, ¿cómo lo reciben en el Country Club, en La Lagunita? O en Estados Unidos.

— Y tenemos mucho de eso, ¿no?

—Con la cadena, el oro, la marca. El viejo rico, ese ya sabe vivir desde hace muchas generaciones. Pero el nuevo tiene que mostrárselo a los demás, por que si no, ¿quién se da cuenta? El que no la debe, no la teme. Entonces, ha sido un proceso. Ahí está Héctor Navarro: en la Comisión de Contraloría tenían aprobada la ley anti-corrupción, en primera discusión, y le vino un señor: “No, no, eso del nepotismo me lo quitas de ahí”. No joda, chico.

—Pero, ¿entonces…?

—Esto es un proceso, son cosas que hay que entenderlas así. No son problemas personales, contigo, con ella, conmigo… no, no. Están más allá de lo personal. Puede haber simpatías, animadversiones, diferencias, porque afortunadamente no somos iguales. Bendita sea que 7.300 millones de seres humanos no somos iguales, ¿verdad? Viva la diversidad. Claro, hay personas que destacan en la historia: Plejanov, aquel viejo militante que escribió sobre el papel subjetivo de la personalidad en la historia; Marx, Cristo, Fidel Castro, este caballero (Chávez). Y hay otros que la historia no les va a poner ni una línea. Porque ahora es el Twitter. Lo efímero. Este libro (El Quijote) tiene 500 años. Y yo prefiero leer un capítulo de este libro que un millón de twitteros geniales. Lo efímero, ¿no? Lo intrascendente. El consumo, la marca.

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Última edición por PEDROELGRANDE; 09-07-2015 a las 18:38:54
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