Tranquilo, RAP, baje la guardia, tómese unas gotas de valeriana, respire profundo y guarde las armas. Verá que así se conversa mejor. No es exigiendo que se consigue la concordia. Es predicando con el ejemplo. Si el vecino se pasa de revoluciones, demuestre usted con su cordura y su madurez la estupidez del otro. Si el tipo chifla y se mesa los cabellos, responda con altura, sin "esperar", con exigencia armada de metralla, que los demás actúen como usted quiere. Y como le dije en otro comentario, la idea no es convencer a nadie de nada, sólo conversar, a veces con ardor, incluso con un par de gritos y hasta hijueputazos que de vez en cuando son buenos, pero hasta ahí.

Hay un cuento zen que viene como anillo al dedo:

Un soldado llamado Nobushige se presentó ante Hakum y le preguntó:
—¿Existe realmente un paraíso y un infierno?
—¿Quién eres tú? —inquirió Hakuin.
—Soy un samurai —replicó el guerrero.
—¡Tú un soldado! —exclamó Hakuin—. ¿Qué clase de dirigente te querría por guardián? Tu cara parece la de un pordiosero.
Nobushige se enojó tanto que empezó a desenvainar la espada, pero Hakuin continuó diciéndole:
—¡De modo que tienes una espada! Probablemente tu arma está demasiado embotada para cortarme la cabeza.
Mientras Nobushige desenvainaba la espada, Hakuin observó:
—¡Aquí se abren las puertas del infierno!
Al oír estas palabras , el samurai, percibiendo la disciplina del maestro, envainó la espada e inclinó la cabeza.
—Aquí se abren las puertas del paraíso —dijo Hakuin.

Gracias por sus amables palabras; las tendré en cuenta.