En un comentario que le hice a OoOops sobre la creencia suya de muerte política de Petro y su movimiento, le advertía sobre el mundo de la política y sus resurrecciones miilagrosas. No importa qué tan mal lo haya hecho gobernando, un político siempre tiene una segunda, una tercera, una cuarta oportunidad... y así hasta el infinito. Por ello le aseguré que habría Petro para rato y que no se sorprendiera si en las siguientes elecciones regionales (2019) se reencauchaba.

Dicho y hecho, ya comenzó.

No creo que le vaya bien en las elecciones de octubre, salvo en Bogotá donde tiene una base popular que no se puede desdeñar por su política populista de subsidios y su imagen de mártir del sistema por la estupidez de Ordóñez. Pero hacia futuro es otro cuento, dada nuestra crónica amnesia que sólo nos permite vivir y comprender el presente inmediato.

Para que un populista triunfe se necesita un caldo de cultivo que tiene dos nutrientes, la corrupción y la crisis económica, al que se le añade un tercero, el nacionalismo, disfrazado de "Oh Patria te adoro en mi silencio mudo". La gente, en estos casos, con el agua al cuello y el miedo a perderlo todo, opta por situaciones desesperadas eligiendo gobernantes de tinte autoritario.

Colombia tiene por ahora la buena fortuna de tener una economía sana, sólida y estable, con reducción paulatina del desempleo y de los índices de pobreza. No es la gran maravilla, pero tampoco se está al borde del precipicio por lo que soluciones extremas no son acogidas por los electores. Pero existe una corrupción rampante que alcanza incluso a los altos tribunales y termina por cansar a la gente que comienza a buscar líderes que la combatan con mano dura.

Petro sale desprestigiado de la alcaldía no por ladrón sino por incapaz, pero esto pronto se olvida y tiene a su favor la imagen de honesto (al menos hasta ahora) entre la corrupción rampante y eso pesa entre la gente del común que ve cómo los políticos se roban el país sin que les pase nada. Por eso fue elegido en su momento al congreso con una gran votación y llegó a la alcaldía de Bogotá para acabar con el desmadre corrupto y siempre podrá decir que destapó la olla podrida de Moreno aún en contra de su propio partido.

Si a Colombia le va bien en el post conflicto y se abren para la política nuevas vertientes de derecha e izquierda moderadas y cobra relevancia el centro del espectro político, posiciones extremas como la de Petro no tendrán cabida. Ahí está la solución para impedir que el desastre bogotano lo traslade a todo el país: lucha contra la corrupción, transparencia de las instituciones, castigo a los responsables, eficiencia en el manejo de los recursos públicos, lucha contra la inequidad, en suma, meterle más democracia al país.

Si se insiste en el viejo modelo de la exclusión y la corrupción, Petro puede llegar al poder. Y si esto sucede, nos toca echarnos la bendición, encomendarnos a Dios y esperar que un milagro nos salve, porque nos podemos librar de todo, incluso de los criminales y los corruptos, pero jamás de un inepto. Que lo diga Venezuela.