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Antiguo 01-05-2015 , 12:27:42   #6
PEDROELGRANDE
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TskTsk Emoticon Respuesta: 10 cosas que quizás no sabías de la guerra de Vietnam

Napalm: El napalm es gasolina gelatinizada. Originariamente el término napalm (derivado de las primeras sílabas de naftenato y palmitato, ácidos grasos) designaba a la droga que, al ser mezclada con gasolina, producía una gelatina incendiaria; actualmente se emplea para nombrar a esta gelatina y a sus derivadas. Existen también el super napalm enriquecido con sodio, magnesio o fósforo, capaz de producir temperaturas entre 1500’ C y 2000’ 0. El napalm-B, una de las variedades incendiarias utilizadas en Vietnam consiste en una mezcla de un cuarto de gasolina, un cuarto de benceno y un medio de poliestireno. Las armas incendiarias tienen una muy temprana aparición en la historia de la guerra: existen referencias de usos bélicos del fuego en el tercer mileno antes de Cristo. Agentes incendiarios fueron utilizados —sin mayor efectividad— durante la Primera Guerra Mundial y este uso condujo a la prohibición de su manufactura mediante los tratados de Saint.Germain-en-laye (1919) y del Trianon (1920).

Al comenzar la Segunda Guerra Mundial, ante las posibilidades abiertas por los avances de la aviación, los Estados Unidos se interesaron en el desarrollo de agentes incendiarios. El Dr. Loui Fieser, eminente profesor de química orgánica de la Universidad de Harvard, inventó el napalm y lo desarrolló en colaboración con el Servicio Químico de Guerra del Ejército de los Estados Unidos (U. 5. Army Chemical Warfare Service). Este uno de los ejemplos más perfectos de investigación aplicada con fines bélicos realizada en una universidad. El equipo responsable nunca manifestó sentir el menor remordimiento frente a los terribles usos del descubrimiento. Las víctimas del napalm sufren fundamentalmente por las quemaduras de tercer grado causadas por el calor intenso y por el envenenamiento por monóxido de carbono. La adhesividad de la gelatina produce quemaduras extensas y profundas embebiendo los tejidos, que siguen ardiendo mucho después del trauma inicial La insuficiencia renal aguda es la más grave de las complicaciones, además de las deformidades y pérdidas de miembros.

“La imposibilidad de efectuar en las áreas de combate transfusiones sanguíneas masivas e injertos de piel agrava considerablemente los casos. Las tasas de mortalidad y morbilidad son desproporcionadamente altas en los niños. Las anemias preexistentes, presentes en forma endémica en las regiones donde la población está malnutrida e infectada de parásitos, hacen imperativa la necesidad de trasfusiones. Esta medida no suele ser aplicable en las zonas donde se rocía con napalm.“

En 1965 comenzó el uso del napalm en Vietnam. Desde entonces se multiplicaron en la prensa norteamericana las descripciones de los espantosos efectos sobre la población civil y el mundo vio con horror las primeras fotografías de niños totalmente desfigurados por las quemaduras. (Un artículo del New York Times del 6 de junio de 1965 relataba: “Cuando los comunistas abandonaron Quang Ngal el lunes pasado, los bombarderos norteamericanos hicieron blanco sobre las colinas hacia donde se dirigían. Muchos vietnamitas —unos 500— murieron en el ataque. Se estima que se trataba de soldados Vietcong. Pero tres de cada cuatro pacientes hospitalizados por quemaduras con napalm eran mujeres campesinas.”

El napalm, en tanto que arma incendiaria, no es considerada como arma química propiamente dicha sino como arma “física” (conjuntamente con los explosivos, aunque uno y otros son, técnicamente hablando, también “químicos”). De acuerdo a este concepto, el documento más importante para el control de las armas químicas y bacteriológicas, el Protocolo de Ginebra de 1925, no lo menciona. Dado el relativo éxito obtenido por las campañas contra las armas nucleares, se considera importante luchar por separado por la abolición de las armas incendiarias, químicas y biológicas.

El napalm tiene una características muy importante en común con las armas químicas y biológicas: su bajo costo. Por otra parte es relativamente fácil de lanzar, desde aviones comunes. Por estos motivos ha sido utilizado en guerras donde no estaban involucradas directamente grandes potencias. Las organizaciones palestinas han denunciado el uso del napalm por Israel. Aunque ha tenido poca difusión, han llegado ocasionalmente a la prensa evidencias de bombardeos con napalm contra los movimientos guerrilleros en las selvas de Guatemala, Venezuela y Colombia.

La maquinaria militar norteamericana inició la aventura sur vietnamita con el propósito de poner a prueba, refinar y estandartizar una tecnología moderna de contrainsurgencia. Se contaba con la economía más fuerte del mundo, con la tecnología más avanzada y con un ejército listo para acomodarse a las peculiares exigencias de un rol policial. El número de hombres empleado comenzó siendo muy bajo, la cantidad de dólares invertidos también, y proporcional mente, las bajas militares.

Es decir, Vietnam comenzó como un banco de ensayo y con el definido objetivo político de ser el gran escarmiento. Ahora sigue siendo el banco de ensayo y su objetivo político, para los norteamericanos, está perdido: ya no pretenden escarmentar más a nadie, sino terminar de una vez por todas con el problema y salva algo de cara.

Para los países subdesarrollados que deberán pasar inexorablemente por la experiencia de la guerra de liberación nacional, Vietnam es una lección de recursos y un acabado muestrario del tipo de dificultades y problemas creados por un enemigo altamente singular. Los bombarderos de 8 motores a reacción, los 8.52, con su enorme precisión de ataque y su tremenda carga destructiva, no pueden impedir el accionar del Frente de Liberación Nacional. Combina r su poder de fuego con el gaseo indiscriminado tampoco prueba ser efectivo.

Los helicópteros no pueden suplir la movilidad del guerrillero; nueve años de escalada defoliante no han destruido los pastizales por donde se desliza el ejército popular de liberación. La respuesta norteamericana a la impotencia militar no encuentra otro camino que la intensificación ciega e inútil dentro de sus patrones clásicos: aumentar más el poder de fuego de sus aviones, tanques y cañones, aumentar el número y el poder de sus agentes herbicidas y fitotóxicos, pasar de los gases lacrimógenos convencionales a gases nauseantes y de ahí a eventuales gases psicotrópicos.

La guerra química y biológica es una realidad. No sólo perdió su carácter “disuasivo” sino que se convirtió en arma ofensiva. Por otra parte, nada hace suponer que el resto del arsenal biológico y químico permanecerá realmente en la reserva. Es muy probable que se comience a probar tóxicos y agentes biológicos específicos, entre los cuales el hongo contra el arroz de Fort Detrick es un prototipo. Cada región del mundo subdesarrollado tiene un recurso agrícola básico de sustentación; muchos laboratorios probablemente compiten por la obtención de Tampoco tiene que ser obvia como hasta ahora la guerra biológica. Hay enfermedades que son venenos específicos para cada uno de ellos endémicas en vastas zonas del mundo subdesarrollado, y la aparición de organismos más virulentos o de características nuevas puede pasar por natural y espontánea.

La hábil preparación psicológica de la población civil norteamericana para que aceptara el uso de gases tóxicos en Vietnam, invocando razones “humanitarias” consiguió algo mucho más importante: el acostumbramiento a su existencia. Los herbicidas, los gases tóxicos dejaron de ser noticia, como las incursiones de los B-52 o los ataques con napalm.

Los norteamericanos no han utilizado aun en Vietnam del Sur su arsenal de enfermedades contagiosas: quizás no han recurrido a las epidemias porque los cambios ecológicos producidos por sus campañas defoliantes y herbicidas son tan abrumadores que las epidemias se instalan solas, en una población de mal nutridos crónicos donde el hambre y la deficiencia alimentaria se exacerban día tras día por una verdadera ‘Alianza para el deceso”. A fines de 1970 el presidente Nixon anunció que los Estados Unidos destruirían sus arsenales de gases tóxicos y de armas biológicas.

Este anuncio, muy publicitado, fue acompañado por la destrucción de gases neurotóxicos (muchas toneladas fueron arrojadas al mar) y varios centros de investigación sobre armas biológicas, entre los cuales se contaba Fort Detrick, fueron desmantelados. La defoliación en Vietnam siguió, y se extendió a Laos y Camboya. Sin embargo, el mero hecho de liquidar existencias de gases (con el riesgo ulterior de contaminación del mar) y desmantelar centros como Fort Detrick no varía fundamentalmente la situación: por una parte, la producción de esos gases nunca estuvo a cargo de los laboratorios militares que los estudiaban, sino en manos de la industria privada, que obviamente no fue desmantelada. Las recetas para su confección, los dispositivos para su diseminación y las tácticas militares para su empleo ya están reguladas.

El conocimiento requerido para fabricar y utilizar gases tóxicos no fue destruido: Otro tanto sucede con la guerra biológica. La obtención de mutantes patógenos y su estudio desde mediados de la década del 1950 no estaban radicados únicamente en Fort Detrick ni en ningún otro centro militar. Cualquier laboratorio de microbiología y biología molecular del mundo selecciona cotidianamente bacterias, hongos y otros microbios resistentes a antibióticos y con otras propiedades que los hacen aptos para el uso militar.

La literatura sobre el tema no es secreta: casi todo se publica. Las facilidades para cultivar gérmenes en grandes cantidades ya no es privativa de Fort Detrick; nuevas empresas de ingeniería biológica se especializan en los países desarrollados en producir microorganismos en grandes cantidades para los laboratorios de investigaciones bioquímicas.

Esos centros de cultivo en escala pueden producir cualquier microorganismo en cualquier momento.

Por otra parte, no todas las universidades han rechazado los subsidios militares. Mientras las grandes instituciones como el Massachusetts lnstitute of Technology, Berkeley, Yale, Harvard y Princeton han tenido que cortar casi todas sus relaciones con el ******o militar debido a la protesta activa y militante de sus estudiantes y profesores, las universidades estadounidenses de segunda y tercera categorías, fundamentalmente sureñas, se están expandiendo en la actualidad para desarrollar todos los temas de investigación básica y aplicada que le interesan al Pentágono. Forma parte de este plan el Proyecto Themis, de la Fuerza Aérea, que sé lanzó durante la presidencia de Lyndon B. Johnson, para desarrollar a las universidades del Sur y del Medio Oeste.

La guerra química y biológica, pues, está en práctica. Activamente, como en Vietnam y en las ciudades ocupadas por fuerzas de represión, donde las protestas civiles se sofocan con gases, y en forma potencial, dado que los científicos y técnicos expanden sin cesar las fronteras de la química biológica, de la fisiología y de la microbiología, pero no tienen ningún tipo de control sobre los conocimientos que acumulan.

El poder político es el que controla el uso de la ciencia, y mientras el poder político no esté en manos del pueblo sino de los representantes de los grandes consorcios capitalistas, la violencia contra el ser humano podrá alcanzar cualquier grado de brutalidad imaginable. Los campos de concentración y las cámaras de gases de la Alemania nazi, Hiroshima y Nagasaki y ahora Vietnam así lo atestiguan.

Fuente Consultada: Enciclopedia de los Grandes Fenómenos del Siglo XX Tomo 3 (Publicado en 1975)





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