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TskTsk Emoticon Colombia,tu país: Muere el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación –SNCTI– Calificación: de 5,00

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HISTORIA EFÍMERA...
Autor: Libardo Sarmiento Anzola
Edición: 212
Sección: Ciencia
Fecha: Abril 20 - Mayo 20 de 2015




El Plan Nacional de Desarrollo "Todos por un nuevo país" unifica al Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación con el Sistema Nacional de Competitividad, lo que le da otro rumbo a la investigación científica y tecnológica en Colombia impregnándole un enfoque hacia la productividad
y al servicio de la acumulación capitalista.
Francisco José de Caldas (1768-1816) murió asesinado, producto de la brutal represión española. Científico, militar, geógrafo, botánico, astrónomo, naturalista, periodista y prócer de la independencia de Colombia. Por su erudición y vastos conocimientos fue conocido como "El Sabio", epíteto con el cual pasó a la historia. Durante la reconquista, el ejército realista lo apresó y condenó a muerte. El pueblo pidió clemencia al militar español Pablo Murillo quien, ante esta petición, exclama: "¡España no necesita de sabios!". Sentencia que recorre la historia nacional como una maldición.
En contravía de las evidencias internacionales sobre la imperiosa necesidad de las sociedades contemporáneas de ingresar a las ligas de la investigación científica y el desarrollo tecnológico, el Estado colombiano dio entierro de tercera al Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SNCTI) en el Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2014-2018 "Todos por un nuevo país". El impulso de construir un SNCTI perduró menos de un cuarto de siglo. Lo acabaron prematuramente en su esencia para acomodarlo en función única de la productividad de las empresas privadas y la acumulación de capital.
En efecto, el PND le ordena a todos los Ministerios adoptar políticas de desarrollo productivo explícitas para incrementar la productividad de las empresas asociadas al sector de su competencia. El Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, Colciencias y el Departamento Nacional de Planeación (DNP) deberán prestar su apoyo técnico en los procesos de planeación de dichas estrategias, en el marco del nuevo sistema que unifica el Sistema Nacional de Competitividad (SNC) y el SNCTI.
En el nuevo PND se unifica el SNCTI con el SNC. El nuevo SNCTI y Competitividad será liderado por la Alta Consejería para la Competitividad e Innovación, y su Comité Ejecutivo ejercerá como la máxima instancia de coordinación para las políticas y programas que busquen incrementar la productividad a través de estrategias de CT+I1.
De esta forma, el SNCTI queda transformado en una simple herramienta para el mejoramiento de la productividad de las empresas colombianas y la acumulación de capital.
Esta, propuesta del Gobierno, no merece discusión en el Congreso. Allí, sin vergüenza alguna los "voceros del pueblo" restringen sus observaciones sobre esta temática, holística, de valor estratégico para el presente y futuro del país, a cuestiones de reparto de regalías (ver recuadro).
Un país ajeno a la ciencia y la tecnología
La producción de ciencia y tecnología no hacen parte de la configuración del mundo que vivimos los colombianos, de los valores que nos nutrimos, de los principios para relacionarnos unos con otros y con nuestra propia naturaleza. Es una sociedad dominada por mitos, magia, supersticiones, fanatismos religiosos e ideologías políticas. Traemos del extranjero todo lo que consumimos con algún grado de elaboración científica e innovación, a cambio de exportar, sin agregar valor, los bienes generosamente proveídos por la naturaleza (energéticos, minería y agrícolas). Este es el núcleo de la problemática educativa. Si bien hay avances en cobertura, es ausente la calidad, la creatividad y la pertinencia para el trabajo y la vida ciudadana. La ciencia y la tecnología escasamente se olfatean en las instituciones educativas, de primaria al nivel superior.
Las cifras lo reafirman. Durante el año 2014 el déficit comercial del país con el resto del mundo marcó una cifra histórica; el saldo en rojo fue de US$ 6.293 millones, se importó más y se exportó menos que en 2013. El hueco que nos queda del intercambio comercial con el mundo en 2014 obedece a la combinación de la caída anual del 6,8 por ciento en las exportaciones y el aumento del 7,9 por ciento en las compras al exterior. El sólo ingreso al mercado colombiano de productos agropecuarios, alimentos y bebidas del extranjero subió 9,1 por ciento, según el Dane. Una grave y próxima crisis económica empieza a asomar las orejas.
Este desbalance trae consigo antecedentes e implicaciones futuras. Un reciente estudio de la OCDE de revisión de la política de innovación colombiana de 2014 evidenció el peligro de depender de materias primas para lograr un crecimiento sostenible a futuro y reiteró la importancia de la innovación para desarrollar nuevas actividades económicas, estimular la productividad para sostener el aumento del nivel de ingresos y empleo2.
En dicho informe se evidencia que nuestro SNCTI es pequeño y carece de un centro empresarial fuerte. Prueba de ello es que el gasto nacional en actividades de ciencia, tecnología e innovación (ACTI) se ubica en el 0.4 por ciento del PIB en 2014, y el gasto en I+D es sólo del 0,2 por ciento del PIB (del cual sólo el 30 por ciento es financiado por empresas), mientras que en Brasil es del 1,2 por ciento (50 por ciento financiado por el sector privado), y en la Ocde alcanza el 2,4 por ciento (65-75 por ciento invertido por empresas). El 70 por ciento de las empresas en Colombia no tiene incorporada ninguna actividad de ciencia, tecnología e innovación. Aún más, el país cuenta con una muy baja inserción de capital humano avanzado en el sector productivo. De acuerdo con la encuesta de Desarrollo e Innovación Tecnológica el número de personal con título de doctorado en empresas del sector manufacturero ha bajado de 471 en 2008 a 329 en 2012. En el país existen 66 centros de desarrollo científico y tecnológico; muy pocos de estos son reales y permanentes espacios de cooperación entre universidades y sector productivo.
Por parte del presupuesto público, el crecimiento experimentado por el presupuesto de Colciencias a partir del 2007 no se tradujo en una expansión similar en recursos dedicados a sus diferentes líneas de apoyo a la ciencia, tecnología e innovación, debido a que el 67 por ciento de sus recursos, en promedio, se dedicó a los programas de becas para estudiantes de postgrado en Colombia y en el exterior.
A pesar de este énfasis en formación de recursos humanos, en 2013 Colombia sólo contaba con 0,4 investigadores por cada 1.000 habitantes (mientras que Uruguay tiene 1 y Argentina 3). Esto es causado en gran parte porque el número de doctorados graduados al año es aún bajo y, además, sus efectos sobre la competitividad se ven limitados por la baja focalización de éstos hacia áreas de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas3. La fuerte concentración del financiamiento con recursos públicos a los doctorados en áreas diferentes a ciencia, tecnología, ingenierías y matemática no se refleja en retornos efectivos y evidentes hacia el bienestar y desarrollo de la sociedad, como tampoco muestran influencia alguna en el diseño y formulación de políticas públicas. Además, Colciencias, que tiene la función por Ley de ser la Secretaría Técnica del SNCTI, registra una grave falla en la continuidad de sus políticas, inestabilidad en su dirección y desarticulación entre la oferta institucional y los campos de interés de la comunidad científica.
Un problema general de la sociedad es que seis de cada diez colombianos no considera útil ni otorga ningún valor a la ciencia, la tecnología y la innovación.
Recientemente, el científico Rodolfo Llinás, líder de la neurociencia moderna, alertó sobre el escaso protagonismo de la ciencia, la tecnología y la innovación en la educación, la política y el contexto actual nacional. Afirmó que en Colombia nunca hemos producido ciencia; la desventaja es que consumimos ciencia y tecnología que no son hechas para nuestras verdaderas necesidades; estamos utilizando ropa de segunda mano. El afamado neurocientífico explicó que para que el país produzca ciencia se necesita, primero, que los colombianos estén bien educados, con una calidad bastante alta; segundo, una conciencia de la importancia de la educación científica desde el punto de vista político. La formación de investigadores es deficiente, y los pocos investigadores están en su mayoría por fuera porque acá no hay como hacer ciencia. Aquí no se enseña a pensar –dice este científico–, primero porque hay un límite de conocimiento en los profesores; segundo, el límite de las metodologías utilizadas para enseñar. Por desafortuna la mayoría de la educación impartida es de memoria4.
De mal en peor. En Colombia sólo el 45 por ciento de la población accede a la educación superior (en Cuba el 95, en Argentina el 76 y en Chile el 74). De los que alcanzan a llegar a este nivel, pocos eligen áreas de ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas. Según las estadísticas de educación superior del MEN, 23 por ciento de los graduados (el total de los graduados ronda las 320.000 personas al año) pertenecen a éstas áreas; la mayoría del 77 por ciento restante se gradúa en ciencias sociales y humanas (17 por ciento), economía, administración y contaduría (32,5 por ciento), ciencias de la salud (7,8 por ciento) y ciencias de la educación (12,9 por ciento).
En la clasificación de los principales actores de los desarrollos científicos y tecnológicos del país, Colciencias identificó, en 2014, la existencia de 4.304 grupos de investigación y 8.011 investigadores reconocidos. La distribución por áreas del conocimiento registra una débil participación de la ingeniería y la tecnología (cuadros 1 y 2; gráficos 1 y 2).
Languidece el SNCTI
Es evidente que el país tiene problemas de competitividad que van desde la articulación de nuestro sistema de ciencia, innovación y tecnología con la empresa privada, hasta la poca eficiencia y pertinencia de la educación respecto a la economía y los mercados de trabajo.
La articulación de la ciencia y la tecnología con el desarrollo del país, en un marco institucional y de planeación, es relativamente reciente: data de la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad. Sendero lleno de incertidumbres, inestabilidad y dependencia del extranjero. Ello explica el escaso desarrollo científico tecnológico y de innovación de Colombia.
Como lo afirmó el director del Departamento de Fisiología y Neurociencia de la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York, Rodolfo Llinás, en Colombia no existe una conciencia de la importancia de la educación científica desde el punto de vista político. La mezquindad de la clase política para con la Ciencia, la tecnología y la innovación son históricas y evidentes. Según la Ponencia para primer debate proyecto de Ley No 200/2015 (Cámara) y 138/2015 (Senado) por la cual se expide el Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018 "Todos por un Nuevo País", el Plan Nacional de Inversiones Públicas –PNIP– 2015-2018 se estima en un valor de setecientos tres punto nueve ($ 703,9) billones, a pesos constantes de 2014 (artículo 5). Para el objetivo de Ciencia, tecnología e innovación se asignaron $ 17.209.968 millones ($ de 2014); esto es, 2,4 por ciento del valor total del PNIP. Lo desconcertante del asunto es que para el financiamiento de éste rubro la fuente principal esperada es el sector privado del cual se espera un aporte de $ 12.887.423 millones (75 por ciento del total de recursos destinados a CTI); el 25 por ciento corresponde al Gobierno Central (10 por ciento) y al Sistema General de Regalías (15 por ciento). En plata contante y sonante, de los recursos del Gobierno Central que financian el PNIP sólo el 0,7 por ciento apoyan las actividades de ciencia, tecnología e innovación. El escenario es más pesimista aún, ahora que este dinero tendrá que ser compartido en el nuevo marco y ajuste institucional de fusión con el SNC.
Ciencia, tecnología e innovación para la vida
"O inventamos o erramos", es una sentencia que no pierde vigencia, pronunciada por Simón Rodríguez, el maestro de El Libertador.
Sentenció el educador de América Latina que "El mal de América es inveterado. Tres siglos de ignorancia y abandono en el Pueblo y de indiferencia en el Gobierno dan mucho que hacer hoy a los que emprenden instruir, animar y poner en actividad". En sentido constructivo y positivo, Simón Rodríguez orientó la praxis requerida: "Lo primero era organizar una educación que formara ciudadanos, que preparara para vivir en República, que enseñara a trabajar para vivir, a ejercer sus derechos y a cumplir sus deberes. Sin eso no había República, sino farsa de pronunciamientos y de proclamas, letra muerta de constituciones y miseria y atraso para todos".

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