Hola, este es el relato de uno de los recuerdos más calientes y salvajes que tengo en mi mente, a comienzos de este año, precisamente durante la primera semana del mes de enero, en la ciudad de Buenos Aires.
Debía encontrarme con Lizeth, mi prometida, durante la tarde del lunes 5 de enero y una amiga suya nos facilitó su departamento, pues ninguno de los dos vivimos en esa ciudad.
Pleno verano, y además una tórrida tarde, que hizo que de nuestros cuerpos brotara más que nunca una pasión, alcanzando ribetes increíbles de calentura.
Apenas entramos a la habitación, Lizeth quien vestía una remera y una blusa de red encima, con un short de jean muy ajustado se puso frente a mí y empezó a besarme y pasar su lengua sobre mis orejas, haciendo que reaccionara, besando su cara, su boca y su cuello y lamiendo su cara; rápidamente, se dio vuelta y comenzó a friccionar su gran culo, a través de su jean sobre mi pantalón, haciendo que inmediatamente mi pija se irguiera, alcanzando una significativa dureza; no paraba de frotarse y Yo no paraba de besarla; entre ambos fuimos deslizando las manos hacia sus hermosos pechos, realmente sus hermosas tetas, que superan los 100 cm. y en las cuales, ella tiene enorme sensibilidad: el ritmo fue de menor a mayor y pareciendo por momentos que tenia 3 manos, comencé a quitar su ropa, incluido su corpiño y a besar, lamer y chupar sus enormes tetas, succionando sus apetecibles pezones oscuros y maniobrando fuertemente sobre su entrepierna, ya bastante húmeda, fui deslizando los dedos para desabrocharle el jean y bajar su cierre, quitándolo luego con inusitada fuerza al igual que su diminuta tanga.
La escena era Dantesca: ella totalmente desnuda y Yo totalmente vestido; tuve que adaptarme a su ritmo y la empuje sobre la cama y rápidamente me desvestí, dejándome una camiseta porque el aire acondicionado estaba a temperatura muy baja y no encontrábamos el control remoto.
Lo que siguió, superó el límite de mi imaginación, y si bien hemos tenido hermosos y apasionados momentos sexuales, este día marcó "un antes y un después", porque mientras ella, inclinada en la cama, me esperaba tocándose, fui directamente a besar y lamer su concha que ya estaba húmeda y fue empapándose en forma creciente, mientras tocaba su anillo oscuro; cuando estuvo bien mojada, parado, me incliné sobre ella y empezamos a "hacer el amor" cogiendo a un ritmo frenético, en un mete-saca antológico, mientras succionaba alternadamente sus hermosos pezones que a esa altura estaban duros como piedra. Varias veces la moví de costado, para profundizar más las embestidas, que por supuesto, marcaban el contacto de piel a piel, sin intermediación alguna.
En un momento de máxima pasión, me corrió y me hizo acostar en la cama, volvió a mojar su ya húmeda y exquisita concha y se sentó sobre mi pija, cabalgándome como UNA HEMBRA DESAFORADA, sí con mayúsculas, mientras Yo la tomaba de las caderas y luego alternaba, acariciando sus tetas, que eran bamboleadas a un ritmo enloquecedor. Nuestros cuerpos estaban danzando el ritmo más sensual que jamás habían bailado, pero aún no habíamos llegado al ÉXTASIS y ella llegó al PAROXISMO, pues me tomó la camiseta, que aún tenía puesta, con ambas manos, a la altura del cuello, y sin interrumpir su ritmo de cabalgata, comenzó a rasgar la camiseta, hasta que en segundos vi que el cuello estaba a la altura de la cintura y desesperada comenzó a presionar sobre mi cuerpo (al día siguiente, reconocí el por qué de las magulladuras y moretones); minutos después, sobrevino el ÉXTASIS, pero fue imposible saber cuántos orgasmos tuvo LIZETH, pero nuestros cuerpos quedaron exhaustos: fueron 45 minutos del más intenso y puro placer, coronando el amor que nos tenemos que ha ido en creciente en relación a nuestra primera vez, hace cerca de 9 años.
Espero que les haya agradado este relato, que por cierto es absolutamente verdadero.
Jorge