Volvemos sobre lo mismo una y otra vez, pero bueno, ni modo, la polémica parece que seguirá hasta el fin de los siglos.

Comencemos:

Una cosa es el delito político y otra, el delito común. En los tiempos del Estado de Opinión del senador Uribe, donde lo que valía era el aplauso y no la ley, trató de que la Corte Suprema le diera rango de delincuentes políticos a los paramilitares, recibiendo la negativa por varias razones de fondo que consultan no solo la jurisprudencia y doctrina nacionales, sino también las internacionales. No es lo mismo alzarse en armas contra el Estado para cambiar el modelo económico, político y social, que delinquir para obtener un provecho económico personal.

De ahí se desprende una realidad jurídica de bulto. No se pueden realizar negociaciones de paz con la delincuencia común. Por ello, en su momento, la Corte Suprema rechazó tal despropósito que trataba de sacar adelante el senador Uribe. Lo único que cabe es el sometimiento a la ley y el pago de la condena, que en el caso de los paramilitares fue reducida para facilitar su entrega y el desarme de sus estructuras mafiosas. Con los delincuentes políticos, en cambio, es diferente. De ahí que se hayan intentado varios procesos de paz con el consiguiente respaldo de la comunidad internacional, empezando por el propio Estados Unidos y la Unión Europea.

Al final de los procesos de paz que ha habido en el mundo, los insurgentes que se desmovilizan no sólo se incorporan a la vida civil sino que se integran a su estructura política para que en vez de defender sus tesis por la vía armada lo hagan por medio de los votos, acorde con las reglas del Estado de derecho. en su momento, antes de que empezara el genocidio de la Unión Patriótica, los acuerdos preliminares con las Farc en medio del proceso de paz que se llevaba a cabo, dieron como resultado que miembros suyos accedieran al parlamento. Iván Márquez fue uno de ellos y ocupó su curul, pero la seguidilla de asesinatos lo obligó a él y a sus compañeros a regresar al monte y para infortunio de Colombia, regresó la guerra con todos sus horrores, donde cada parte se dedicó a demostrar que aún seguimos siendo primates.

Otros procesos fueron exitosos, como el del M-19 y sus integrantes fueron amnistiados, participaron del diseño de un nuevo país a través de la Constituyente de Gaviria que dio como resultado la Constitución del 91. Los presidentes de esta Constituyente fueron el conservador Álvaro Gómez Hurtado, el liberal Hioracio Serpa y el izquierdista Antonio Navarro, aparte de que la tercera parte de sus miembros eran del M-19. Ridículo pensar que en esta Constituyente hubiera participado "El mexicano" o Pablo Escobar, ¿no le parece?

En estos momentos, los delincuentes políticos que se van a desmovilizar como resultados de los acuerdos de La Habana, deben participar en las corporaciones públicas, salvo los incursos en delitos de lesa humanidad. Esa es la garantía de que la lucha por las tesis políticas se traslade de las montañas a las instituciones.

Lo del uribismo es diferente. Aunque en sus filas hay gente honesta y valiosa y otra que no lo es tanto pero al menos defienden tesis políticas, también se colaron delincuentes comunes (en los demás partidos sucede igual) y éstos son los que vienen haciendo fila para entrar al Congreso como se destaca en la nota. No solo el uribismo. Los demás partidos deberían depurar sus filas. Infortunadamente, de cara a las próximas elecciones pueden más los votos que la honestidad y en todos lados se van a colar los que solo llegan a robar.

Lo llamativo del uribismo, y de ahí el calificativo de cloaca, es que los delincuentes pululan en sus filas. No son unos cuantos que los otros partidos esconden en el closet. Aquí son una multitud. Unos se encuentran huyendo, otros están en la cárcel, unos más están siendo investigados o el escrutinio periodístico saca con frecuencia sus relaciones con las mafias. Son tantos que el olor a rancio se transformó en hedor. Una cosa es una manzana podrida y otra bien diferente es un saco de manzanas podridas con unas pocas buenas.