Tercio en la polémica con dos anotaciones. Una, que la incapacidad para gobernar no es propia de la ideología sino de las capacidades personales. Ha habido excelentes gobernantes de uno y otro lado como el izquierdista Antonio Navarro y Antanas Mockus de centro derecha, el primero elegido en su momento como el mejor alcalde del país y el otro, un académico que le dio un cambio profundo a la capital.

Y si se insiste en mirar con la óptica de la ideología la capacidad de gobernar, la derecha que con algunas excepciones lleva al mando de los destinos del país durante doscientos años, no sale bien librada. Su incapacidad para construir un país moderno e incluyente está a la vista. Somos uno de los países más violentos e inequitativos del planeta, anclados aún en el siglo XIX.

La otra es el péndulo social. La férrea oposición de la derecha agraria, incluida el salvaje arrasamiento de cualquier oposición con métodos que avergüenzan a la humanidad, ha impedido que nuevas fuerzas lleguen a airear el panorama política del país. A esto contribuyó el otro extremo con la guerrilla degradada que consiguió el milagro de satanizar cualquier ideología liberal, hasta el extremo de calificar de terrorista a cualquiera que planteara un modelo económico y social diferente a los que protegen a perpetuidad a los dueños del poder.

Dice Winston Churchill que "la alternancia fecunda el suelo de la democracia" y las verdaderas democracias del mundo lo comprueban a diario a todo nivel. Con los nuevos vientos es inevitable que en Colombia nuestra frágil y restringida democracia se fortalezca con la llegada de nuevas fuerzas sociales y políticas que planteen modelos incluyentes para la sociedad.

El péndulo comienza a moverse hacia las fuerzas del centro y de la izquierda que en los próximo años tendrán la oportunidad de gobernar. Después volverá hacia la derecha y así, en la alternancia, donde se impida el poder absoluto y la consiguiente corrupción, se avanzará en el camino correcto, dejando atrás los extremos viciosos que tanto daño le han causado a nuestra sociedad.

Durante toda nuestra vida republicana hemos navegado sobre aguas estancadas; el olor putrefacto que respiramos a diario lo comprueba. Es tiempo de que el río corra para bien de todos los colombianos.