Tribunal Superior de Cundinamarca considera que se trató de un “plan criminal sistemático de los militares contra la población civil”





El empeño de Luz Marina Bernal y las Madres de Soacha consiguió un triunfo mayúsculo el 31 de julio de 2013. El Tribunal Superior de Cundinamarca (departamento al que pertenece Soacha) aumentó la condena a los seis militares culpables de la muerte de Leonardo: de los 35 y 51 años de prisión con los que fueron castigados en primera instancia, pasaron todos a 53 o 54 años. Y lo más importante: además de considerarlos culpables de desaparición forzada, falsificación de documentos públicos y homicidio, como se estableció en el primer juicio, el Tribunal Superior añadió que se trataba de un plan criminal sistemático de los militares, ejercido contra población civil, y que por tanto debía considerarse como crimen de lesa humanidad. Y que así debían considerarse todos los casos de falsos positivos.

Esta sentencia fue un terremoto: los crímenes contra la humanidad no prescriben y pueden juzgarse en cualquier país. Así se abrieron las primeras grietas en la impunidad. Los 4.716 casos de ejecuciones extrajudiciales denunciados ante la Fiscalía colombiana, muchos de ellos encerrados en un sarcófago de olvido, podrían recibir alguna luz a través de esas grietas.

Pero no será fácil. Los abogados recurrieron la sentencia, que tardará en ser firme. Los observadores internacionales insisten en que las investigaciones son escasas y lentas. Y el asesinato de Leonardo Porras fue el más flagrante pero aún quedan muchas muertes que no han recibido ninguna atención. Como la de Jaime Estiven Valencia, el estudiante de 16 años, el chico que quería ser cantante y veterinario, el hijo de María Sanabria.

“A mi niño me lo asesinaron el 8 de febrero de 2008, va para seis años, y no se ha dado ni una orden de investigación -dice-. A mi niño me lo mataron y a nadie le importa. La impunidad me enferma. Me muero de tristeza. Pero sigo viviendo para que nuestros hijos no hayan muerto en vano. Porque al denunciar sus casos conseguimos salvar muchas otras vidas”.

“Necesitamos la verdad para seguir viviendo -dice Luz Marina Bernal-. Y no nos basta con saber quiénes apretaron el gatillo. Solo están condenando a los soldados, a los rangos bajos, pero queremos saber quiénes lo organizaron todo, quiénes dieron órdenes y quiénes pagaron los asesinatos con dinero del Estado”.

Estas historias para no dormir no difieren mucho de otras que ocurrieron en otros escenarios del mundo, incluidos los de mi País Vasco natal… Padecimos décadas de violencia, protagonizadas por ‘Cuerpos de Inseguridad del Estado’ y la organización terrorista ETA. Unos mataban en nombre de la Constitución, otros, en nombre de la Revolución. Miles de ciudadanos vascos éramos testigos mudos de desmanes de ambos ‘bandos’. Llegó al poder el PSOE del socialdemócrata. Intentó poner orden y aplicar una más que necesaria reconversión en la Policía y Guardia Civil, enferma de prácticas ‘ilegales’ heredadas del largo periodo franquista. Se creó la Policía Vasca, la Ertzaintza. Felipe González cometió un grave error. Frente al terrorismo permitió que se ejerciera otro ‘terrorismo’ de Estado, creándose un grupo parapolicial, los GAL, encargado de asesinar terroristas. Se olvidó Felipe González que muchos fuimos los que apostamos por el Estado de Derecho, donde esas prácticas no pueden tener cabida. Si una persona ejerce la violencia en su práctica política, debe ser detenida, juzgada y encarcelada, acorde a la legislación existente, respetando sus derechos constitucionales. El procesado no respeta los derechos de sus víctimas, pero no importa. El Estado de Derecho no puede caer en otras prácticas similares a los que delinquen. Los dirigentes del Ministerio del Interior, entre ellos José Barrionuevo y Raúl Vera, crearon los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación). Ni eran grupos, pues eran unos cuantos policías y guardias civiles de la Comisaría de Bilbao y de los Cuarteles de la Salve e Intxaurrondo de la propia capital vizcaína y San Sebastián, en Guipúzcoa, pagados con ‘fondos reservados’. No eran antiterroristas pues ejercían más terrorismo y lo justificaban. Y tampoco liberaron a nadie pues lo único que consiguieron es alargar el conflicto y el sufrimiento en Euskadi por lo menos una década. Hoy estamos en pleno proceso de paz y por una razón, se ha impuesto el Estado de Derecho, y todos han comprendido que pasaron los tiempos de utilizar la violencia armada en la acción política.

Los cantautores vascos, españoles, apoyaron la lucha de otras madres de Soacha y se sumaron al esfuerzo colectivo en pro de la paz, superando pasadas divergencias ideológicas y políticas. Todos quisieron ser partícipes de ese éxito del País Vasco, donde desterramos a la necrofilia y logramos que aquel “¡Viva la Vida!” del escritor vasco y español, Miguel de Unamuno se impusiera al del general franquista José Millán-Astray, que loaba la muerte. Me llama la atención que el cantautor colombiano Juanes, el de “La camisa negra”, no se haya acercado a esas madres de Soacha, proliferando sus fotos junto a Álvaro Uribe y su apoyo a la milicia, donde no dudamos de la profesionalidad de muchos de sus cuadros. Es importante que Juanes no se olvide de los otros, de los que también sufren… En todo conflicto, las personas sufren. Hay que aunar esfuerzos y formas en pro de la paz. Colombia y los colombianos se lo merecen.

“Tengo la camisa negra/hoy mi amor está de luto/Hoy tengo en el alma una pena/y es por culpa de tu embrujo/Hoy sé que tú ya no me quieres/y eso es lo que más me hiere/que tengo la camisa negra/y una pena que me duele/mal parece que solo me quedé/y fue pura todita tu mentira/que maldita mala suerte la mía/que aquel día te encontré/por beber del veneno malevo de tu amor/yo quedé moribundo y lleno de dolor/respiré de ese humo amargo e tu adiós/y desde que tú te fuiste yo solo tengo…/porque negra tengo el alma/yo por ti perdí la calma/ y casi pierdo hasta mi cama/cama cama caman baby/te digo con disimulo/que tengo la camisa negra/y debajo tengo el difunto/ tengo la camisa negra/ya tu amor no me interesa/lo que ayer me supo a gloria/hoy me sabe a pura/miércoles por la tarde y tú que no llegas/ni siquiera muestras señas
y yo con la camisa negra/y tus maletas en la puerta/Mal parece que solo me quedé/y fue pura todita tu mentira/que maldita mala suerte la mía/que aquel día te encontré/por beber del veneno malevo de tu amor/yo quedé moribundo y lleno de dolor/respiré de ese humo amargo de tu adiós/y desde que tú te fuiste yo solo tengo…/tengo la camisa negra/porque negra tengo el alma
yo por ti perdí la calma/y casi pierdo hasta mi cama/cama cama caman baby/
te digo con disimulo/que tengo la camisa negra/y debajo tengo el difunto…”.

El extraño caso del doctor Álvaro Uribe, ‘Jekyll’, el Ejército de Colombia secuestraba a jóvenes para asesinarlos, luego los vestían como guerrilleros y así se cobraban recompensas secretas del ex presidente.



@SantiGurtubay

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