Uribe jamás pagará sus crímenes en una cárcel. Sus alfiles lo protegerán con su silencio, no por lealtad sino por miedo. Muchos testigos han muerto en el camino y los que hoy se encuentran sumariados, condenados o huyendo saben que la única manera de seguir vivos es callando.

Sin embargo, su castigo llegará por otra vía: su orfandad del poder. Poco a poco su imagen favorable va cayendo. Hoy iguala a la desfavorable en su última encuesta (47%) y los colombianos que creen en la paz y el diálogo con la guerrilla llega al 70%.

El hombre que utilizó el Estado en su propio beneficio, que corrompió todas las instituciones (la última joya es Pretell su recomendado en la Corte Constitucional que resultó un hampón como su padrino), que utilizó su poder ilimitado para acabar con sus opositores, hoy naufraga en su bilis.

Se vislumbra un nuevo país, el de los mamíferos, aún pequeños, débiles y frágiles, pero poseen una ventaja: su habilidad para adaptarse a los nuevos tiempos. Los dinosaurios, en cambio, conocen uno solo, el de la depredación, aquel en el que la fuerza es lo único que marca la diferencia. La inteligencia no es lo suyo.

Sobrevivirán en la oscuridad de las cavernas y las alcantarillas por algún tiempo, molestos bichos a los que algún día la evolución pondrá en el museo de la historia. Hoy pululan, mañana quedarán algunos, en el futuro quedará uno solo montando en un jamelgo por el desierto con un pocillo de tinto vacío.