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LA HABANA, Cuba -Por estos días comienzan a llegar a nuestros barrios los vendedores clandestinos de jugo de naranja. Vienen desde Matanzas: unos de Jagüey Grande, otros de Torrientes, de Girón, etc. Traen el jugo en pomos plásticos de 1 litro y medio, conocidos popularmente como pepinos, al precio de 1 dólar.
Estos jugos tienen gran aceptación dentro de la población. También dentro de la Policía, que muchas veces espera la llegada del ómnibus al amanecer para quitárselos por la fuerza. Los vendedores, para evadir los registros en la carretera, hacen el viaje de madrugada, pero este jueves la situación se les complicó cuando los “garangaos” (una especie de guardias que custodian almacenes o fábricas donde se guardan o se elaboran determinados alimentos), pararon la guagua en medio de la noche para registrarla.
Según uno de estos vendedores, que pidió no divulgar su nombre por temor a represalias, los guardias se apropiaron de más de 130 botellas plásticos de mochilas cuyos dueños no se descubrieron. El joven afirma: “Mejor es perder la mochila y los jugos. De todas formas, si te cogen te lo quitan todo y te ponen 1500 pesos de multa la primera vez, y la segunda, vas para los tribunales”.
Botellas de litro y medio con jugo de naranja (foto del autor)

Quien transite por las carreteras donde en otros tiempos se veían extensos naranjales y otros cítricos y se percibía el agradable aroma de los azahares en flor, hoy en día solo observará algunas pocas plantas con tallos secos y deshojados como testigo de lo que fue el cultivo a gran escala de estas frutas en Cuba. Al mismo se dedicaban fincas particulares a todo lo largo de la isla. Fueron los colonos norteamericanos los primeros que, una vez terminada la guerra, trajeron variedades de California y La Florida, que aunque se exportaban -sobre todo la toronja-, se vendían también en el país.
En la actualidad, las pocas naranjas y toronjas que se producen se exportan o se dejan para el consumo del turismo, y aún a pesar de las cuantiosas ganancias que reportan al actual gobierno, éste no les dedica la atención necesaria. No se les fertiliza ni se les riega adecuadamente, escasean los implementos de trabajo, no se repone los árboles deteriorados, y a todo esto hay que sumarle el impacto de los ciclones.
En Cienfuegos, mi ciudad natal, una de las fincas de mi familia, ubicada en la carretera hacia Palmira, se dedicaba al cultivo de varias frutas, entre ellas naranjas de la variedad californiana, amarillas, jugosas y dulces. Esa finca, como las otras, nos fue arrebatada por el gobierno comunista mediante la ley de reforma agraria. Han transcurrido los años y, como ocurre por toda Cuba, cuando paso por la carretera desde donde antes se veían las arboledas, hoy solo veo marabú.
Limones en una tarima particular, en Lawton (foto del autor)

Sin embargo, en Cuba existe el Grupo de Fitopatología del Instituto de Investigaciones en Fruticultura Tropical (IIFT). En el periódico Trabajadores del 13 de diciembre de 2010 aparece una entrevista a la ingeniera Victoria Zamora Rodríguez, especialista de dicho grupo, quien afirma con relación a los cítricos que desde la década de 1960 comenzó la selección de plantas madres para tomar de ellas las yemas y realizar la multiplicación. Afirma además que en nuestro país existen tres viveros protegidos para garantizar la calidad de las plantas. Uno, en la Empresa de Cítricos Ceiba, de La Habana, otro, en Jagüey Grande, Matanzas, y otro en Ceballos, Ciego de Ávila.
Sin embargo, estamos ya en 2014 y los cítricos siguen sin aparecer en el mercado. En la época de la República (antes de 1959) no existía esta institución, y aun así los mercados estaban todo el año abarrotados de cítricos (mandarinas, limones, limas, toronjas, etc.) Las naranjas se vendían a 1 centavo, y tenían gran demanda. Recuerdo que siempre que se hablaba de naranjas jugosas y dulces se usaba como referencia la provincia de Camagüey.
Por estos días, en los agromercados del Ejército Juvenil del Trabajo (EJT) -en cuyas tablillas los precios a veces son difíciles de distinguir- una libra de naranjas (tiernas y secas) cuesta 3 pesos. Mientras, en una de las tarimas particulares de la calle 16, en Lawton, hace poco había a la venta algo que no pude definir si era naranja o limón. Cuando le pregunté al vendedor, este me respondió que era naranja dulce, a dos por 3 pesos. “Pero están muy chiquitas y verdes, no deben de tener jugo”, dudé. “Úselas como limones”, me recomendó, “los limones están perdidos, y naranjas dulces no hay”.


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