Estamos en un proceso de paz , pero esto no quiere decir que para esconder los delitos propios haya que manipular los hechos. Los Convenios de Ginebra son claros: no se puede poner en riesgo a la población civil bajo ninguna circunstancia. Pongamos un ejemplo: los cilindros bomba. Podría creérseles que al dispararlos querían impactar en los cuarteles enemigos y no en las casas de los pobladores, pero como ha sucedido incluso con armas sofisticadas (Israel Vs. Hamás en la Franja de Gaza) el riesgo de víctimas civiles es muy grande. Lo de Bojayá es un ejemplo. ¿Querían destruir la iglesia? Más bien querían impactar un objetivo cercano, pero el cilindro bomba cayó en el templo y decenas de víctimas inocentes pagaron el precio de la irresponsabilidad criminal de las Farc. Esto es un crimen de guerra. Esto es una infracción al derecho Internacional Humanitario, como el reclutamiento de menores o el ataque a poblados. ¿Y los diputados asesinados a sangre fría? Los ejemplos son variados, los crímenes, innumerables.

Todos los actores de esta guerra de horror y venganza han cometido crímenes contra la humanidad y las Farc ahora no pueden escurrir el bulto. De esto se trata la paz, de reconocer los propios crímenes, de llevar a la realidad la verdad, la justicia y la reparación a las víctimas. Y esto también incluye a la derecha genocida.

Las conversaciones de paz en Colombia y las que se han dado en otros países transitan por un camino largo y tortuoso y no es la primera vez que esto sucede en un proceso de paz. Siempre las partes tratan de pasar de agache y sacar el mejor provecho. Por eso se tarda años en llegar a un resultado concreto. Hay avances porque a diferencia del comienzo, las Farc ya reconocen haber causado víctimas, ahora viene su calificación. El Estado ya lo ha reconocido, por propia voluntad o por mandato de la jurisdicción internacional. La derecha calla y a cambio se rasga las vestiduras y se declara inocente.

Falta mucho por hacer. O todos en la cama o todos en el suelo.