Denunciante Bronce
 |  La mujer que coordina cada minuto la operación de todo TransMilenio
Calificación: de
5,00
 | En puesto lleno de pantallas, la funcionaria más antigua vigila movimientos de cada bus y conductor.  Foto: Milton Díaz / EL TIEMPO Sandra trabaja en una sala llena de computadores y pantallas que funcionan como cientos de ojos por los que puede ver todo lo que pasa en TransMilenio.
De las tareas mecánicas como ingeniera de sistemas en un banco, al ojo omnipresente de TransMilenio que mueve los finos hilos de un sistema compuesto por casi 1.700 buses y 142 portales y estaciones distribuidos a lo largo de 109,3 kilómetros de vías.
A Sandra Chávez le cambió la vida hace 14 años, cuando cambió de su rutinario empleo por uno desconocido hasta entonces en Bogotá: planeación de rutas de transporte masivo.
Llegó a trabajar con el Distrito en esta nueva entidad, cuando aún no empezaban a circular los articulados. No se sabía si iba a ser o no un multimillonario y fracasado experimento de movilidad.
Ella fue la primera de una nueva casta de profesionales bogotanos que nació con TransMilenio. Tenía veintitantos años cuando se lanzó a hacer esta tarea para la que nadie en realidad estaba preparado en la ciudad. “Cuando llegué, ayudé a crear los procedimientos, a reconocer el funcionamiento de estaciones y vías y creamos la primera ruta”, cuenta Sandra, quien en esa época salía del trabajo corriendo hacia su casa para ver a su esposo y su hijo de 2 años.
El primer día que rodaron las rutas 1, 10 y 13, entre el portal 80 y la estación Tercer Milenio, vio el sueño convertirse en realidad. “La gente estaba aterrada porque no creían que iba a funcionar. Es mi mayor orgullo porque lideramos el cambio en Bogotá. Había cámaras, banderas, periodistas... la gente feliz. Era enseñarles a todos a amar el sistema”. Trabajo de ajedrecista Sin saberlo, Sandra había escogido hacer carrera en uno de los cargos más estresantes y criticados que existen en TransMilenio. Tras pasar por varios cargos, esta ingeniera se convirtió en una de las tres ‘deltas’ encargadas de liderar la operación de la flota de todo el sistema troncal; es decir, se convirtió en experta en ‘apagar incendios’. “Creo los planes de contingencia cuando hay bloqueos y accidentes o cuando las estaciones están muy llenas. Podría decirse que somos una especie de ajedrecistas”, explicó con una sonrisa. Su oficina es una congestionada y confusa sala de control llena de pantallas que funcionan como ojos que ven todo lo que pasa en las estaciones y troncales. Desde ahí, Sandra programa las rutas, manda buses vacíos (‘en tránsito’) a las estaciones que se llenan y verifica que las frecuencias entre bus y bus sean adecuadas. Ella sabe si un conductor tiene problemas, si se estrelló o si se varó y resuelve el problema. ¿Quién acaso hacía un trabajo como ese, cuando solo reinaba el desorden de los calibradores y del transporte público colectivo? “He visto la transformación, generación tras generación, de funcionarios y conductores que han tenido que cambiar de cultura frente al transporte”, explica. Su carrera comenzó en el 2000 como técnico de control de flota, cuando aún no rodaba el primer articulado por el pavimento y el concreto de las vías de TransMilenio. Cuatro años después ascendió a un cargo en el que logró que la empresa obtuviera el certificado de calidad ISO 9001. Fue la primera del Distrito en hacerlo. En el 2006, su constancia y experiencia la convirtieron en delta, el puesto más alto de su categoría, con 480 personas en vía a cargo y otras 25 más en la sala de control. En sus primeros días como técnico de control, el rango más bajo en su área, la información llegaba a través de radio. No había pantallas, ni sistemas de geolocalización (GPS). Simplemente, los funcionarios que estaban en cada estación se comunicaban con la central para informar sobre novedades y problemas en el funcionamiento del sistema. Luego, la central se comunicaba con los buses para corregir las rutas y las velocidades. Hoy tiene una aplicación que le dice quién conduce cada bus, cuánto tiempo ha trabajado el chofer, en qué punto exacto se encuentra cada articulado, en qué tramos disminuyó la velocidad más de lo debido y si hay trancones que afecten el paso de los buses. “Al principio daba miedo ver cómo el sistema crecía tan rápido. Era un éxito, cada día había más y más gente y era inevitable pensar en la responsabilidad tan grande. El sistema estaba proyectado para 1’400.000 usuarios y ahora son 2’400.000. Nosotros tenemos que asegurarnos de que lleguen a casa”, asegura Sandra. Colapsos que le duelen
A través del circuito cerrado de televisión, esta funcionaria ha visto cómo nacen las protestas y los grandes bloqueos que han aquejado al sistema: gente que se baja de las estaciones y se sienta en el suelo para paralizar el paso de buses. “Es un sistema vulnerable: si a la gente se le va el agua, sale a la calle y bloquea la vía. Igual, si les cierran el colegio o si le suben a la matrícula. Se desquitan con el sistema y me complican el trabajo. Nos toca sacar buses del sombrero mágico, salvar la situación como sea”, cuenta. Claro, Sandra es consciente de que el servicio de TransMilenio no es perfecto, pero para ella se trata de analizar las situaciones, buscar las posibles soluciones y ver las fallas del sistema. En sus palabras, “ir para adelante, no hay de otra”.
Pero para ella es más difícil ver cómo algunos vandalizan las estaciones y buses. “Es muy triste. Dañan las estaciones, rompen los buses… creen que dañan al empresario o al político, pero en realidad dañan a todos los ciudadanos. Duele ver la falta de cultura ciudadana”. Pero, al final del día se sabe responsable de haber logrado que los bogotanos lleguen a sus casas. “Mi hijo, que ya tiene 15 años, les dice a sus compañeros del colegio ‘mi mamá es la que organiza, la que ayuda a que ruede TransMilenio’, y no puedo hacer otra cosa sino sentirme orgullosa de ello”.
Fuente: El tiempo
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"Aún hay vagos destellos de civilidad en este matadero salvaje que alguna vez fue la humanidad" . |