La buena noticia es Messi. aunque aún arrastra secuelas de sus dolencias físicas de la temporada pasada, su transformación en un jugador que no espera que le jueguen sino que juega para el equipo (lleva ocho pases gol) lo convierte en un jugador aún más completo de lo que era. En este partido, con su equipo descarrilado, puso la diferencia, y trató de asociarse con Neymar que sigue en alza, con chispazos como el estupendo gol que le marcó al PSG.

Infortunadamente, Alves y Alba jugaron al borde del desastre. El primero con sus centros sin ton ni son y el segundo, que le tendió tapete rojo a Thiago, que anduvo por esa autopista a placer y un Pastore que, contra todo pronóstico, se hizo un partidazo apropiándose del medio campo. David Luis como siempre, en la jugada, oportuno, letal, ante un Mascherano que no supo espabilarse.

Le queda como tarea a Luis Enrique remendar las costuras que aquí quedaron en evidencia. Eso es bueno, porque su equipo apenas comienza a enfrentar a equipos de buen nivel, quedando atrás el espejismo de la liga donde golear a débiles da otras lecturas. Ya lo frenaron en España y ahora en el Parque de los príncipes terminaron con su invicto.

En el Camp Nou será otro cuento, pero ojo, que irán Ibra y Lavezzi y quien sabe, puede que se arrugue aún más el ánimo de los culés que tienen otro partido de exigencia mayor a finales de octubre, esta vez contra los merengues. Ahí se verá a Luis Suárez, pero el Madrid llegará con mayor kilometraje de sus nuevos fichajes a plantar cara a su eterno rival. Pronóstico reservado, aunque con un Cristiano en estado de gracia, es posible que los de Luis Enrique salgan despellejados.

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