  Denunciante Leyenda
 |  Respuesta: Las 150 pasiones simples del Marques de Sade (leer con cautela, no se sugiere a lectores
140. Un hombre rapta a una madre con su hijo; entonces la madre es obligada a azotarlo; en cuanto comienza a llorar, el hombre se masturba con gran vigor; eyacula.
141. Un prior de benedictinos contrata a una prostituta que tiene mucho vello en las axilas y el pubis. Entonces le afeita esas regiones y eyacula sobre la piel recién afeitada.
142. Un libertino envía a su mayordomo para que contrate a una puta; ésta deberá tenderse desnuda, untada con sangre de pollo, en una habitación amueblada como una cámara mortuoria. Cuando la muchacha está ya colocada, nuestro sujeto entra en el salón y finge haberse encontrado un cadáver. Tocando y acariciando el bello cuerpo, alaba al "asesino" por lo bien que escogió a su víctima, expresa su asombro de que el cuerpo esté caliente, y habla de cuánto le hubiera gustado ser el hombre que la "mató". Entonces le frota el agujero del culo y deja la habitación, mascullando todo el tiempo que es una lástima no haberla visto antes de que muriera.
143. Un hombre contrata a una prostituta, sin indicarle la clase de servicios que de ella espera. Cuando llega a su casa, la obliga a desvestirse y a ponerse a gatas. Enseguida dos perros daneses son llevados a la habitación, y la mujer tiene que comer con ellos de una artesa. Mientras ella come, su cliente se masturba con ardor, diciendo sin parar: "Oh, la bribona. Mírala, comiendo hasta hartarse con los perros. Así es como debe una tratar a todas las mujeres... como perros. Si las trataran de ese modo no volvería a tratarnos con tanto descaro. Podrías apostar el culo que no".
144. Un hombre envía a su lacayo para que contrate a una puta; no le dice para qué la quiere. Cuando llega a casa de su cliente, el hombre finge creer que es una ladrona; llama a su lacayo para que la meta en un costal y la arroje al Sena. El lacayo la mete en el costal como le han ordenado; mientras lo hace el hombre eyacula; entonces el lacayo se lleva a la muchacha, la saca del costal, le paga su dinero y la despide.
145. Un hombre contrata a una puta, luego la deja en su biblioteca mientras él sale. En ese momento entra el lacayo y entrega a la muchacha un "regalo": varias pulseras de plata. Cuando el lacayo se marcha el cliente regresa, "encuentra" las pulseras y acusa de ladrona a la prostituta. Entonces manda llamar a su compinche disfrazado de policía, y le pide que arreste a la joven. El "gendarme" dócilmente se lleva a la muchacha, pero tan pronto como están fuera de la vista del cliente, la suelta; ella sigue su camino después de percibir la paga prometida, y quedándose con las pulseras como una gratificación.
146. Un hombre se afana mucho para que sean seducidas las mujeres, casadas y solteras. Les proporciona hombres y les permite que hagan uso de su alcoba. Mientras tanto él pasa a un cuarto contiguo y, sin que ellos lo sepan, los observa por un orificio de la pared.
147. Un juez contrata a una puta para que permanezca agachada, desnuda, en un rincón, mientras él hace ondear un látigo, amenazándola. Su excitación no proviene de los golpes que pueda darle, sino del espanto de ella. Eyacula sobre sus pechos, sin estimulación directa.
148. Un hombre manda que una mujer se siente en un columpio para niños, y comienza a balancearla vigorosamente. Cada vez que pase por delante de él tiene que tirarse un pedo; si no lo hace él le da un azote. Cuando la ceremonia se ha prolongado tal vez una hora, la despide. No hay nada más en esta pasión; sólo lo que se ha dicho; ni caricias, ni masturbación, ni nada.
149. Un hombre contrata a un libertino para que cague sobre los senos de su esposa mientras él mira.
150. Un hombre contrata a una prostituta, luego le arrebata las ropas que le cubren la espalda y las arroja al fuego. "Muy bien, puta -dice- ahora vas a seguir el camino de esa ropa y, por la verga del Señor, voy a darme el gusto de oler el aroma de tu carne quemada". Diciendo así, se arroja sobre una silla y se pone a masturbarse. La prostituta queda libre, indemne, y recibe un vestido dos veces más bonito que el que le quemaron.
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