Admiro a William Ospina desde hace mucho y he leído con deleite sus libros, incluyendo el último "Pa' que se acabe la vaina" una radiografía de esos últimos cien años de dolor, miseria y muerte, de la ofensiva conservadora que le mutiló al país sus esperanzas democráticas y la cobardía liberal que, teniendo la oportunidad de cambiar el rumbo, entregó sus banderas por compartir el poder.

Pero creo que aquí se desfasó. Es cierto que Santos representa la derecha urbana y pertenece a la élite liberal que traicionó el ideario del cambio después de la "Revolución en marcha" de Alfonso López Pumarejo. Pero de ahí a disfrazar la ultraderecha feudal y agraria, causante de los peores crímenes contra el pueblo colombiano, documentados por el Centro de memoria histórica y convertirla en una nueva derecha en la que se puede confiar, me parece un ejercicio retórico que conduce al absurdo.

No es tirarse por el despeñadero so pretexto de que este lobo es bien lobo y el otro lobo es peor por serlo menos, el mejor camino. Olvida nuestro brillante escritor que lo que se acuerde en La Habana deberá ser refrendado por el pueblo colombiano y con el Marco jurídico por la paz de por medio, se cumplirá, no solo por las autoridades, sino por el mismo pueblo a quien le corresponde la ardua tarea de construir la paz.

Espero que sólo sea una salida en falso y no una muestra más de la idiotez de la izquierda colombiana, cuyo canibalismo es una de las causas de que hayamos llegado hasta este punto de barbarie e intolerancia.