Algo curioso en todo esto es que cuando uno lee con atención los tres puntos que se han aprobado en La Habana lo que más sorprende es que son reformas liberales, por mucho tiempo aplazadas y prometidas desde el gobierno de López Pumarejo y su "revolución en marcha".

Y sorprende porque las FARC abandonaron sus posiciones marxistas y, al menos en estos tres puntos acogen el ideario liberal que, a propósito, fue llevado a cabo en la mayoría de los países de América Latina. En Colombia, luego del retroceso que por instauró la hegemonía conservadora desde Núñez, no hemos podido llevarlas a cabo. De ahí que nos hayamos convertido en uno de los países más inequitativos del planeta.

Ahora, que sea un riesgo, claro que sí, pero es de esta manera que funciona la democracia. Los acuerdos deben ser legitimados para que sean una realidad.

En lo que se refiere a que se pacten cosas por debajo de la mesa, es un infundio ridículo que ha hecho carrera desde las toldas uribistas. Y digo ridículo, porque para llevar a cabo cualquier decisión administrativa, es decir de resorte del gobierno, tiene tantos filtros que resulta imposible llevarla a espaldas de las instituciones.

Debe tener una apropiación presupuestal, es decir, debe figurar en el presupuesto nacional aprobado por el Congreso, debe estar dentro de las funciones del ejecutivo, que también están sujetas a control por la Contraloría, la fiscalía, la procuraduría, el propio congreso, y para ejecutarla debe ser de acuerdo con una ley y no estar acorde con la Constitución.

Es tal la maraña legal que si no sigue los conductos regulares, simplemente no se puede llevar a cabo.