No comparto su visión marxista del mundo, pero es una mujer brillante, de lejos una de las más inteligentes del país, con un doctorado en Harvard en la que su tesis fue reconocida como summa cum laude, es decir, la máxima distinción que se puede otorgar por su carácter excepcional.

Y aunque se podría desconfiar de ella por provenir de una de las familias que ha gobernado a Colombia (sobrina del ex presidente Alfonso López Michelsen y nieta del ex presidente Alfonso López Pumarejo) hay que reconocer que ha sido coherente con sus ideas.

No es amiga de acceder al poder por la vía armada, cree en la democracia y en sus instituciones electorales y con su partido le apuesta a llegar al poder por medio de los votos de los ciudadanos. Esto habla bien de ella y es un ejemplo de que el país comienza a madurar en la tolerancia, lo que debería servir de ejemplo a la subversión para que se integre a la vida política del país.

No me gusta su modelo político de un Estado paternalista que deja poco margen a la iniciativa privada, una economía centralmente planificada ni un país excluyente en el que sólo cambien los roles, subiendo los de abajo y bajando los de arriba.

Pero hay que rescatar sus dotes gerenciales, el énfasis que pone en lo social, la apuesta por la salud y la educación. No será presidenta, pero en otro cargo, como alcaldesa de Bogotá, por ejemplo, o en el congreso, haría aportes brillantes al país, como lo hace su copartidario Robledo.