Cuando creíamos que América Latina había abandonado el populismo que la atrasó en el siglo pasado, sembrado entre obras monumentales, subsidios que disfrazaban la pobreza, marchas que endiosaban al líder, represión a los opositores, asalto a las arcas del Estado, atraso industrial, alienación, recorte de las libertades civiles, elecciones fraudulentas, perpetuidad en el poder de la casta afecta al líder y, al final, empobrecimiento y atraso. infortunadamente. regresó de la mano de una élite ignorante, inepta y corrupta, que ferió el país, modeló el Estado en su propio beneficio, polarizó su pueblo y destruyó lo poco que se había avanzado.

La nefasta economía centralmente planificada hizo fracasar el modelo leninista en la URSS y los países de Europa oriental, tiene sumida en la miseria a Corea del norte y en nuestro continente, convirtió a la revolución cubana en un modelo fallido que comienza a abandonar ante la imposiblidad de sostenerlo,hoy es la mejor apuesta de Venezuela y Nicaragua, imponiendo un remedo del pasado que muestra desde hace varios años su inoperancia. Desabastecimiento de los bienes esenciales, inflación desbordada (3.3% en enero en Venezuela), violencia, represión, y enriquecimiento descarado de la élite gobernante. Industria paralizada, importación desmedida para sobrevivir, contratos leoninos con China y Rusia feriando los recursos petroleros, polarización, gastos desmedidos en armamento e ineptitud sin límite.

No importa lo que se diga para justificarse. Los hechos son tercos y contundentes. Venezuela y Nicaragua son un desastre. Lo demás es pura demagogia que busca tapar, con frases grandilocuentes y maquillaje de circo pobre, una realidad que avergüenza.El populismo siglo XXI es el regreso en forma de farsa, del que empobreció a América Latina en el siglo pasado.