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Antiguo 07-02-2014 , 16:23:44   #2
PEDROELGRANDE
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PixelSHERLOCK Finished Respuesta: La fiesta no se acaba en Venezuela (en respuesta a The Economist)



1) a pesar que es cierto que sí ha habido ineficiencia en el uso del dólar (tal como alertó Chávez en su Eficiencia o Nada) y corrupción (como ya dijo el presidente Maduro en su alocución durante la Ley Habilitante), los dólares del petróleo venezolano se han dedicado en su gran mayoría a la gran década ganada. Chávez fue listo e ingenioso, a veces parecía hasta mago, pero, por ejemplo, resolver –en buena parte- el problema de la vivienda en 18 meses exige muchos dólares y mucho esfuerzo. Así también ocurrió con la solución a tantas urgencias sociales.

2) los dólares vienen del petróleo, pero lo importante no es esto, sino cómo éstos se destinan acertadamente; frente a esto, resulta central recordar los 10 Planes Marshall que llegaron a Venezuela en la época que el precio del petróleo creció en un 1000% de la década de los setenta, y en cambio, los beneficiados de esa década fueron unos pocos privilegiados.
Puede que sea el momento de la pedagogía económica que ayude a explicar que los logros de Chávez no fueron un milagro sino que todo se obtuvo a partir de una economía muy bien planificada, sin que esto quiera decir que hay desafíos inminentes, ni que no se hayan cometidos errores. Esta es una tarea pendiente de este gobierno: no sólo hablar de logros y de legado, sino de explicar todo lo que se tuvo que hacer para ir a contracorriente de la utopía neoliberal y conseguir con esfuerzo y dificultades crecer mucho económicamente, con deuda pública muy baja, reduciendo la inflación a un valor promedio anual a la mitad de lo que había sido en los 80s y 90s. Seguramente el sistema de cambio fijo no ha controlado con éxito la evasión de divisas, pero lo que también es absolutamente seguro que sí evitó que el neoliberalismo penetrará en Venezuela.
The Economist obvia todo esto, y sin embargo, deja finalmente un claro mensaje: todo puede hundirse “a menos que el gobierno abandone su antipatía hacia el capital privado”. Al fin, sinceró su verdadero deseo, su receta para todos los males.

Es ésta, la nueva carta de The Economist, una muestra más de la dificultad permanente para dedicarse en exclusividad a plantear propuestas en modo de acordeón entre todas las políticas económicas necesarias en estos momentos para sintonizar las diferentes esferas de la economía. El gran reto actual de la economía venezolana es crear una gran armonía entre: 1) lo ya logrado, la democratización social con democratización de consumo y 2) aún por lograr, la deseada democratización del poder económico que ha de ofertar los productos a consumir, sea por la vía importadora o productiva. Para este reto, es un paso importante la batería de acciones que se están tomando para la conformación del nuevo orden económico interno: a) fusión de la política importadora y la política de asignación de divisas con el Centro Nacional de Comercio Exterior, b) política de transporte más eficaz, c) política de presupuesto en dólares que planifique con precisión milimétrica aquello que se requiere para la economía venezolana, d) la política de precios justos y la fijación de la tasa de ganancia hasta un limite de 30%, y e) la nueva política cambiaria. Los dos últimos puntos merecen una atención especial por el ruido mediático que ha ocasionado, y por tratarse sin duda de dos aspectos más controvertidos. En relación a la política de precios justos, la identificación de qué sucede en la cadena de valor es ir a la raíz del problema. Basta ya de creer en el dogma de la mano invisible que regula el mercado fijando los precios. La inflación no es una ecuación matemática, es una ecuación política que cristaliza una puja distributiva. La creación de una Superintendencia de Precio Justo es la mejor manera de convertir en visible lo que antes se decía que era invisible, esto es, cada persona ahora tiene derecho a ver cómo se conforma el precio. Ahora bien, se debe precisar cómo se llevará a cabo esta política; si el limite de la tasa de ganancia será por cada por fase (producción-distribución-comercialización) o por transacción dentro de cada fase o es un valor global. Además, será preciso mirar con lupa no sólo la ganancia sino la conformación de los costes para evitar que éstos sean la nueva fuente de ilegalidad.

En relación al tema cambiario, el objetivo es una nueva priorización en el uso de los dólares venezolanos; hay que seguir usando dólares para importar lo que todavía no se produce y se importa, pero se necesitan también dólares para satisfacer la nueva exigencia de la revolución económica, la producción. La cantidad de dólares en caja es finita, y por tanto ha de usarse en forma inteligente, soberana y socialista. Un reto es mejorar la eficacia del uso del dólar y evitar la ineficiencia actual, pero no esto no debe eclipsar el gran dilema: los dólares son los que son, y éstos han de usarse para los objetivos del Plan de la Patria. La nueva política responde al criterio de justicia cambiaria, es decir, todo dólar ocioso, que se va fuera del país, va a costar algo más caro (según el resultado de subasta del SICAD, en torno a 12) que aquel dólar que repercuta en el país. Hablar de dólar ocioso no es fácil, y seguramente tiene un coste político porque a nadie le gusta que le aumente el coste de su dólar para hacer turismo o para enviar remesas. Sin embargo, este coste político es seguramente compensando por el coste económico de seguir destinando dólares a precio preferencial sin que retorne al país. Los dólares a 6,3 representan el 82% de los bienes importados, por tanto, no debe haber por esa vía efecto inflacionario. Hay otro punto importante que ha sido muy invisibilizado en esta nueva política cambiaria: el dólar para el envío de remesas de utilidades netas de la inversión extranjera también será más caro. Los beneficios en bolívares que obtenía una multinacional en Venezuela eran enviados en dólares a su casa matriz en el extranjero provocando así una nueva fuga legal de divisas. Ahora no, este dólar será a una tasa mayor que la asignada para comprar bienes y servicios básicos. En resumen, el criterio de justicia cambiaria significa que aquel dólar que no retorna costará más que el dólar necesario para importar bienes básicos o insumos productivos para la revolución productiva.

Son acciones complejas, que siempre tiene un coste a considerar, pero es el coste de procurar y transitar al socialismo forjando su base material productiva que ahora exigirá muchos más dólares, y que evitará más guerras económicas en el futuro provocadas por ese rentismo importador con práctica de fondo buitre. Respecto a la cuestión productiva, hay que destacar que cambiar la matriz productiva no sólo es producir nuevos productos sino que esto ha de hacerse con nuevos productores, y en este punto, las comunas han de ser el nuevo sujeto económico transformador.

The Economist no habla de la necesidad justamente a futuro de abrigar esta acción cambiaria con nuevas políticas económica en materia tributaria y financiera. Sin política tributaria y financiera al servicio de la revolución productiva, todo será más complicado. Tampoco dice nada acerca del existente fenómeno global de fragmentación geográfica de la producción mundial, y la importancia que tiene para Venezuela su inserción en el nuevo modelo regional de producción en términos de complementariedad procurando que el valor agregado no se fugue sino que se quede adentro.


Estos sí son los verdaderos temas a tratar si se está honestamente preocupado porque la fiesta en Venezuela no se acabe. Lo que The Economist no soporta es que el pueblo venezolano lleve eligiendo desde hace quince años que desea más fiesta en la que participen todos los venezolanos. El cóctel para unos pocos es ya una fiesta del pasado

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Última edición por PEDROELGRANDE; 07-02-2014 a las 16:30:29
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