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proyectofenix
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Predeterminado Respuesta: La Historia Oculta de Maria Magdalena

Leonardo Da vinci y el misterio de María Magdalena




Existen al menos tres temas acerca de los cuales Leonardo es explícito en sus dibujos y pinturas, y sin embargo mantiene un acentuado mutismo en sus escritos. El primero es su presencia en Cataluña, El segundo es su interés por América, de la que no dice una palabra en sus cuadernos, pero que refleja en su mapamundi (con ese mismo nombre) como un nuevo continente desgajado de Asia. El tercero es el personaje de María Magdalena, de la que hace abstracción en sus notas, pero es omnipresente –si bien de forma oculta- en sus pinturas.



Leonardo hace mención sólo una vez a este personaje del Nuevo Testamento, cuando dice literalmente: “Giacomo [más conocido como Salai] vino a vivir conmigo el día de Santa Magdalena [el 22 de julio] de 1490”. Ello da fe de la circunstancia de que el maestro florentino era muy consciente de la festividad de esta santa; circunstancia que tiene mucho interés, como veremos al final de este artículo. Seguramente la habría tenido muy presente en su vida, si tenemos en cuenta que en la iglesia de la Santa Croce de Vinci, donde fue bautizado, existía una escultura gótica, de madera policromada, que la representaba.


Pero, ¿qué podía suponer la Magdalena en el complejo universo simbólico de Leonardo? Para averiguarlo primero habremos de bucear en la biografía de la santa, tal como es referida en los evangelios canónicos, sí; pero también en los apócrifos.
¿Quién era María Magdalena?






Los evangelios aluden repetidamente a María Magdalena, una de las mujeres que seguían a Jesús. De ella Lucas (8,2) dice que le había sacado siete demonios, lo que hace pensar en crisis nerviosas, histéricas o epilépticas. Ello puede tener sentido si tenemos en cuenta que era hermana de Lázaro (Juan 11,3 y 11,21), al cual Jesús “resucitó” tras cuatro días de “muerto”. Muy posiblemente, Lázaro habría padecido un ataque cataléptico, como señala el mismo que lo curó: “Esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios” (Juan 11,4).


María vivía en Betania, cerca de Jerusalén, con su hermana Marta y con Lázaro. Por lo que indican los evangelios, Jesús frecuentaba su casa (Mateo 21,17). Marta era buena, atenta y diligente, pero no se preocupaba por la doctrina del Maestro. En cambio, María Magdalena sí lo hacía, cargando los quehaceres domésticos sobre su hermana. Ante la queja de Marta, Jesús le respondió (Lucas 10,41-42): “Marta, Marta, tú te inquietas y te turbas por muchas cosas; pero pocas son necesarias, o más bien una sola.

María ha elegido la mejor parte, que no le será arrebatada”.

Juan aclara (9,10) que es María Magdalena la que ungió al Señor con un caro ungüento y le enjugó los pies con sus cabellos en casa de Simón el Leproso (en Betania). De este modo, a causa de su Fe, se había hecho acreedora de una fama perenne (Marcos 14,9). Este acto indicaría, desde mi punto de vista, dos facetas de su personalidad: una auténtica devoción (o amor) por Jesús; y un comportamiento de tipo histérico (o apasionado), en un lugar y un momento un tanto inapropiado (la reunión social con Simón el Leproso, un conocido fariseo: Lucas 7,36 y siguientes).
La Magdalena limpiando con ungüento los pies de Jesús, en una pintura mural de la catedral de París






Ésta era la María Magdalena que acompañaba a Cristo en todo momento, que le acogía en su casa, que escuchaba sus prédicas y sus discursos, que le lloró en el Calvario, que descubrió la desaparición de su cadáver, y que le vio por primera vez tras su resurrección (Lucas 16,9). Ella era, sin duda, su favorita, ya entre sus apóstoles, ya entre las mujeres que le rodeaban.


¿Quiere ello decir que Jesús y María Magdalena eran amantes? ¿O esposos? Juan (2,1) alude a una boda celebrada en Caná en la que Jesús y sus discípulos son invitados. ¿Podemos entender que esta boda, en la que efectúa su primer milagro (la conversión del agua en vino), es “su propia boda”? ¿Su boda con María Magdalena? Ello no es más que una pura especulación. Pero son numerosos los pasajes –especialmente entre los evangelios apócrifos- en los que se adivina un fuerte vínculo emocional entre Jesús y María Magdalena.


El evangelio de Felipe es pródigo en referencias en torno a las estrechas relaciones sentimentales entre uno y otra. En el párrafo 32 la designa como su “compañera”, y en el párrafo 55 indica que la “besa en la boca” repetidas veces. Ante los reproches –y los celos- del resto de sus discípulos Jesús contesta: “¿A qué se debe el que no os quiera a vosotros tanto como a ella?”.


Los evangelios gnósticos sostienen que María Magdalena es heredera de la sabiduría (y los secretos) de Jesús, por haber sido su predilecta. Es un hecho incuestionable que era su discípula, al mismo nivel que sus apóstoles. Ello es constatable en los evangelios canónicos, pues Juan (el más gnóstico de los evangelistas canónicos) afirma en Juan 20,16: “Díjole Jesús [después de resucitado]: ¡María! [Magdalena] Ella volviéndose, le dijo en hebreo: ¡Rabboni!, que quiere decir Maestro”. Para Juan Evangelista, María consideraba a Jesús como su maestro; lo que implica que ella era su discípula.


El evangelio gnóstico de María Magdalena


Es entre los evangelios gnósticos donde podemos conocer, de forma más concluyente, el relevante papel que la Magdalena tuvo entre los seguidores de Jesús. En Tomás (& 21) María Magdalena pregunta a Cristo: “¿A qué se parecen tus discípulos?”, con lo cual ella se incluye en esta selecta comunidad. Otro documento apócrifo, la Carta de Tiberio a Pilato, dice literalmente: “Pues ha venido a mi presencia [de Tiberio] una mujer, la cual se dice discípula de Él (es María Magdalena, de quien, según afirma, expulsó siete demonios) [sic.], y atestigua que Jesús obraba portentosas curaciones...”


Es evidente que éste es un relato apócrifo (legendario) sin ningún valor histórico. Pero deja bien claro el papel protagonista –por no decir fundamental- que la Magdalena tuvo en la comunidad que seguía a Cristo. Ésta, junto con “Juan el virginal” (el único que no lleva barba entre los apóstoles; es decir, el único “no casado”), adquiere un papel protagonista en los relatos gnósticos. Por ejemplo, en la Pistis Sophia Cristo dice: “Donde yo esté, allí estarán también mis doce ministros. Pero María Magdalena y Juan el virginal sobresaldrán sobre todos mis discípulos y sobre todos los que reciban los misterios en el Inefable. Y estarán a mi derecha y a mi izquierda. Y yo soy ellos y ellos son yo”.




En la Pistis Sophia la Magdalena forma parte de las cuatro “discípulas” del Salvador, junto con Marta, Salomé y María (madre de Jesús). Tal vez por ello se encontró con la hostilidad de los apóstoles. En el evangelio de Tomás está escrito (& 114): “Simón Pedro les dijo: ¡Que se aleje Mariham [María Magdalena] de nosotros!, pues las mujeres no son dignas de la vida”.
Otro de los evangelios apócrifos, el Evangelio de María Magdalena, alude a una “visión” en la que se le ha dado a conocer “muchos secretos acerca del alma” (esta visión se ajusta a la interpretación cristiana del Espíritu Santo, llamado Paracleto entre los gnósticos).

La reacción de Pedro, en una nueva muestra de furia (y celos) era previsible: “Pero es que, preguntado el Señor por estas cuestiones, ¿iba a hablar a una mujer ocultamente y en secreto para que todos (la) escucháramos? ¿Acaso iba a querer presentarla como más digna que nosotros?” A ello Leví responde: “Si el Salvador la ha juzgado digna, ¿quién eres tú para despreciarla? De todas maneras Él, al verla, la ha amado sin duda”.

Este evangelio apócrifo acaba de la siguiente manera: “Terminado que hubo Leví estas palabras, se marchó y se puso a predicar el evangelio según María [Magdalena]”.

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