Cecilia López Montaño

Parece increíble que después de más de 50 años de guerra no exista un consenso nacional sobre la importancia de lograr un primer acuerdo con las Farc.



Mientras en Colombia no se aclara el escenario sobre las conversaciones de paz entre el Gobierno y la guerrilla, observadores internacionales de la talla de Felipe González, muy cercano al país, ratifican que el mundo cree más en este proceso que los colombianos.
Parece increíble que después de más de 50 años de guerra no exista un consenso nacional sobre la importancia de lograr un primer acuerdo con las Farc. El tema está nuevamente en el tapete ante las recientes discusiones sobre si se deben suspender o no las conversaciones de La Habana durante el próximo período electoral.
Día a día crece el consenso alrededor de la idea de que no es conveniente interrumpir estas negociaciones porque difícilmente Colombia volverá a tener una oportunidad como la actual para avanzar en la búsqueda de la paz. Sin embargo, las mejores explicaciones sobre la necesidad de continuar el proceso las dio la periodista Alejandra Villamizar, en el seno de la Cumbre Nacional de Mujeres y Paz, que se reunió en Bogotá entre el 23 y el 25 de octubre, con la presencia de más de 400 mujeres provenientes de toda Colombia.
Claramente, Alejandra señaló dos hechos relativos a las Farc que justifican plenamente no interrumpir el ritmo de las conversaciones. El primero de ellos es que, según afirmó, las Farc no estaban interesadas en llegar al poder por la vía de las armas. Cambio sustantivo de su discurso tradicional. Y en segundo lugar, no están pensando en un proyecto radical, sino en construir con el Gobierno una salida del conflicto.
Por el lado del Estado, es necesario reconocer el valor del presidente Santos de haberse lanzado a concretar un proceso de paz en medio de la impopularidad del asunto.
Además, al contrario de lo que se afirma en algunos círculos, el Presidente no será irresponsable en una negociación que tiene encima toda la veeduría ciudadana. Alejandra ratificó algo que es dolorosamente evidente: no hay consenso en la sociedad colombiana sobre la paz, y su explicación es muy importante: prevalece en la mente de los colombianos la tesis de los últimos diez años, cuando se habló no de conflicto armado, sino de terroristas a los que había que derrotar.
Pero reconoce que el Gobierno ha cometido errores: en varios momentos críticos ha dicho estar dispuesto a levantarse de la mesa y se ha mostrado temeroso, actitud que no se debe repetir.
La sociedad colombiana necesita un pronunciamiento más claro del Gobierno, aunque también se debe reconocer que sus últimas actitudes han sido positivas al no levantarse de la mesa o retornar rápidamente y más bien presionar por rápidos resultados.
La Habana no es el Caguán. No es el mismo momento histórico, ni la actitud de la población, del Estado o, inclusive, de la guerrilla es la misma. Se pactó negociar en medio del conflicto. Así que los ataques de las Farc y del Gobierno son parte de lo acordado. Pareciera que eso se le olvida al Ministro de Defensa.
En conclusión, las negociaciones no deben interrumpirse por ninguna razón. Si Colombia ha hecho elecciones durante más de 50 años en medio de la guerra y la gente ha salido a votar sin mayores problemas, no es válido el argumento de que ahora se deben suspender las conversaciones en La Habana durante el período electoral.
Buen análisis de Alejandra, que deberíamos acoger sin limitaciones. Es la gran conclusión del Foro de Mujeres y Paz, además de su petición de incluir mujeres en la mesa de La Habana. Ese también es un derecho de las mujeres, presidente Santos, entre otras, porque podemos contribuir.
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