Denunciante Avanzado
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Las raíces de la pasión por los tatuajes en Latinoamérica necesariamente deben buscarse en la información sanguínea de los antepasados indígenas que desde sus culturas, llámese Inca, Maya o Azteca, le dieron una significación mística al arte del tatuaje. En las últimas décadas, esa pasión, amplificada y magnificada por los medios y por todo tipo de personajes públicos, comenzó a tener cierto marco formal en el continente de habla hispana.
Periódicamente, distintas convenciones, nacionales e internacionales, se llevan a cabo en Lima, Perú, y Buenos Aires, Argentina, demostrando la movilidad, la necesidad de actualización y la avidez que hay en el continente en torno al tema. Además de convocar a cientos de curiosos y fanáticos, los encuentros en Lima, como en otros puntos del continente, suelen atraer a profesionales de Europa y Estados Unidos, que se suman a especialistas de Argentina, Brasil, Uruguay, México, Chile, Venezuela y, por supuesto, Perú.
Es habitual que además de intercambiar consejos sobre modelos y técnicas, se hable de una de las principales preocupaciones: las condiciones sanitarias en que se practica la actividad. Chile, Uruguay y México han sido algunos de los países que en los últimos años han aprobado normas que prohíben realizar tatuajes y piercings a menores de 18 años, y que exigen el cumplimiento de medidas sanitarias para evitar la propagación de infecciones.
Entre las pocas cifras que circulan al respecto, se estima que por año, en México, se tatúan unos 30.000 jóvenes. En cuanto a los tatuadores, se supone que hay más de 150.000, la mayoría operando clandestinamente.
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