El matrimonio homosexual era bendecido por la Iglesia Católica en la Edad Media

Dos santos de la Iglesia Católica, San Sergio y San Baco, eran los encargados de tutelar las uniones homosexuales.

Mientras las uniones homosexuales comienzan a ser equiparadas a las heterosexuales en el mundo, con sus implicaciones jurídicas y sociales, las religiones continúan oponiéndose, en especial la católica, alegando dogmas y cuestiones morales, impensables de cambiar.

¿Pero fue siempre así?

Al parecer no. En la Edad Media, época a la que siempre hemos mirado como oscura y retrógrada, la Iglesia Católica unía las vidas de los que decidían convivir por amor. Se les llamó Adephopoiesis (del griego “hacer hermanos”) a esta singular especie de “matrimonio”.

Quien nos revela esto es el historiador estadounidense John Eastburn Boswell, en su libro “Bodas de semejanza”, profesor de la Universidad de Yale, quien creó allí el “Centro de estudios Gays y Lésbicos” para investigar el matrimonio homosexual en los siglos pasados. Su investigación lo llevó a las principales bibliotecas del mundo, incluyendo la del Vaticano.

Pero estas uniones, explica, no eran vistas desde el punto de vista sexual sino de una amistad muy estrecha por lo que se las interpretaba como un fuerte lazo de hermandad que merecía tener el cobijo de la Iglesia, volviéndose comunes con el correr de los años, bajo la tutela de dos mártires del catolicismo, San Sergio y San Baco.

Su historia se remonta a principios del siglo IV, durante el reinado del emperador Maximiliano, quien los tenía en gran estima por sus logros militares, al punto que Sergio era Primicerius, comandante de los gentiles, y Baco, su secundarius. Pero descubierto que eran cristianos, Maximiliano los torturó hasta la muerte.

Este ocultamiento de su verdadera condición de seguidores de Jesucristo llevó a la Iglesia a encomendarles las uniones homosexuales, dado que si ellos padecieron por ocultar su cristianismo, podían tutelar a quienes de igual forma sufrían por ocultar su condición sexual.



Pero más allá de los textos, Boswell encontró también pinturas de homosexuales bendecidos por Jesucristo, así como tumbas en cementerios británicos de parejas de hombres con leyendas como “El amor los unió en la vida. Que la tierra los una en la muerte”.

El por qué comenzó a perseguírseles después del siglo XII pertenece a la especulación. Quizás, supone Boswell, la Iglesia tuvo en cuenta motivos políticos, sociales o económicos, para condenar cualquier tipo de unión que no fuera la heterosexual. Eran épocas de guerras y hambrunas y tal vez debía asegurarse la reproductividad de la especie, garantizada únicamente por la heterosexualidad, concluye.

(Con información se Semana)