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Lord Mago
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Predeterminado Respuesta: Para leer, reflexionar y sacar conclusiones: PENA MÁXIMA, UN JUICIO AL FUTBOL COLOMBIANO.

CAPÍTULO III

EL PECADO DE LOS MEDIOS



“¡Muuuuyyyyy bueeenas taaaarrrrdes! A partir de este momento, ‘La Voz’, el más grande… iEdgaaar Pereaaa Ariaas!” En seguida se escucha un jingle que dice: “Tu papáaa llevará a todos los rincones de mi querida patria, Colombia, las acciones de este dramático partido entre las selecciones de Argentina… “, suena otro jingle: “iUuuuh… uuuuh!”. Y un coro: “iArgentina se murióooo… se murióooo, Argentina se murióooo”… “y Colombiaaaaa”. Suena orto jingle que dice: “iAaayyy… quéee ooorgulloooso me siento de ser un buceen colombiano “. La voz del locutor continúa diciendo:

“Así es, damas y caballeros… Les voy a narrar los 90 minutos más dramáticos y emocionantes de la historia del fútbol suramericano. Un partido no apto para cardíacos. Si usted sufre del corazón, no oiga este partido, porque hoy los once varones, los once machos colombianos le van a demostrar a estos mequetrefes habladores de paja, bailadores de tango y milongas, que la cumbia es un mejor ritmo y que del toque-toque y dale-y-dale nosotros sí sabemos. Hoy le vamos a tapar la tremenda bocaza a ese hablador que se llama Maradona, y también le vamos a demostrar al mundo cómo es que se juega al fútbol. Ese fútbol de calidad que sólo sabe jugar el equipo de mi tierra. Damas y caballeros, prepárense, porque a partir de este momento les vamos a dar a estos churrasqueros iduro y en la cabeza!

“Nosotros no comemos cuento con esas figuras infladas de Goycochea, Ruggieri, Simeone, Batistuta. Nosotros, con Rincón, Asprilla, el Tren Valencia y el Pibe Valderrama, tenemos el fútbol suficiente para darles una lección a estos petulantes que creen que después de Dios no vienen los santos ni los ángeles sino ellos. Pero hoy les vamos a demostrar, iaquí, en su propio patio!, que Colombia tiene la mejor selección de fútbol del mundo. Así es, damas y caballeros. Bienvenidos al espectáculo de su majestad… iel gol!”

No hace falta señalar que esa fue la introducción que realizó el señor Edgar Perea para su transmisión del partido entre Colombia y Argentina el 5 de septiembre de 1993. No hace falta tampoco anotar que para cualquier exaltado esas palabras eran una invitación a la violencia. Para el público colombiano, la forma más directa de engañarse. Veinte días antes, frases similares de Perea y otros locutores habían incitado a algunos hinchas embriagados a agredir a la Selección Argentina en el aeropuerto de Barranquilla. Aquel día, Colombia había ganado 2-1, y el clima en el estadio Metropolitano y en el país había sido de fiesta.

Aún así, la animadversión hacia los argentinos, provocada por años y años de frases envenenadas, llevó a la agresión. ¿Y qué tal que los argentinos hubieran ganado ese juego por un tanto de dudosa legitimidad? ¿Qué hubiera ocurrido con los jugadores y el árbitro de ese partido? Pero no, la cuestión finalizó con victoria colombiana, igual que en Buenos Aires el 5 de septiembre. El día del 5-0, en la transmisión del encuentro entre argentinos y colombianos, el relator (así se les dice en el Sur a los locutores), Víctor Hugo Morales decía:

“Hemos llegado al momento culminante de esta Eliminatoria. El escenario es perfecto y el ánimo de la tribuna está encendido desde temprano. Pase lo que pase en el campo, ojalá no tengamos que lamentar algún incidente. Esa debe ser nuestra prioridad. Colombia llega con todo. Con un fútbol que ha recibido los mejores elogios del continente y con futbolistas en el mejor momento de sus vidas. Argentina aspira, y con ella todos nosotros, a un triunfo convincente que nos devuelva la fe. Con la fuerza y la inventiva que han construido nuestra historia futbolística. Desde los tiempos de Stábile, de Boyé, de Moreno, Sastre, Arico, D ‘Stéfano, Sívori, Labruna, Carrizo y Onega, hasta los de Bochini, Kempes, Pasarella, Ardiles y Maradona. Basile y sus muchachos tienen un compromiso con la historia, más allá de todas las desavenencias que se hayan presentado en el camino”.

En las tribunas del Monumental, unas letras luminosas que se apagaban y encendían transmitían el mensaje de esa tarde: “El fútbol es una pasión. No una confrontación bélica”. Las palabras de Morales y el letrero del estadio mostraron desde el comienzo cuál era el lema de los argentinos para el crucial compromiso. Ese día, los principales diarios bonaerenses resaltaron la actuación del cuadro colombiano durante los partidos anteriores y elogiaron a algunos de sus principales jugadores.

A Carlos Alberto Valderrama, por citar uno nada más, Clarín le dedicó una página y lo comparó con Adolfo Pedernera, una de las glorias históricas del fútbol rioplatense. Después del 5-0, la tribuna, con Diego Maradona incluido, aplaudió a Colombia. En realidad fue un homenaje. Una forma de decir: “Gracias, este es el fútbol que nosotros los argentinos queremos ver en nuestra Selección”. Aquella ovación, una demostración de nobleza, fue interpretada de otra manera por Edgar Perea, quien afirmó: “El parlanchín Maradona, venido a menos futbolísticamente, sólo pudo agachar la cabeza después del fabuloso marcador de cinco goles por cero con que el equipo clasificó”. El mismo concepto, pero con otras palabras, fue repetido por gran parte del periodismo colombiano.

El lunes 6, en el aeropuerto de Ezeiza, dos reporteros de Telecaribe prendieron la madrugada bonaerense con sus actitudes y sus frases : “Pobres argentinos. Creyeron que por jugar aquí y por habernos enseñado algo de fútbol nos ganarían. Así los queríamos ver, como ustedes están en este momento. Tristes, aburridos, humillados. Así los queríamos ver hace mucho tiempo. ¿Y ahora qué? ¿No quieren otro partídito?” A los dos periodistas no les importaban ni la hora -cerca de las cuatro en la mañana- ni las víctimas de sus provocaciones. En un momento sacaron micrófonos y entrevistaron a la gente, en el mismo tono y conla misma intención.

De pronto, una mujer que atendía cuestiones de pasajes y pasaportes se desesperó y les dijo: “Ustedes se parecen a esos envidiosos que de repente se encuentran con un tesoro. Y lo restriegan y lo restriegan en vez de disfrutarlo. Yo les pregunto: ¿acaso con el 5-0 de ayer nos borraron la historia, los dos títulos mundiales y todo lo demás que prefiero no mencionar? ¿Por qué no lo disfrutan y lo celebran como deberían? Parece que jamás hubieran ganado un juego. En la vida hay que aprender a perder, como nos tocó a nosotros ayer, pero también a ganar. Es igual de difícil, pero también igual de gratificante”.

Los colombianos la escucharon hasta el final. Casi sin entender. Después, simplemente, comentaron que aquella mujer era una amargada, una resentida. Y se rieron. La prensa, los medios de comunicación, los periodistas, han sido casi tan protagonistas como los futbolistas, los técnicos y los dirigentes. Ellos -seamos justos, el 90% de ellos- han dicho y escrito lo que han querido, sin medir las consecuencias, pasando por encima de la objetividad. Quizá jamás han deseado el fracaso, pero han colaborado para que éste se produzca. Más, incluso, y en algunos casos sin saberlo, que los equipos que alguna vez derrotaron a un cuadro colombiano.

“Un país grande, futbolística e históricamente, tiene una prensa grande”, le dijo Francisco Maturana en agosto del 93 (durante las Eliminatorias) a la revista Cromos. Habló aquella vez de la importancia y el poder de los medios de comunicación, de lo delicados que resultaban los comentarios de algunos periodista, del ejemplo que jamás había copiado Colombia de otros países, como Argentina y España. Pero es que aquí la historia también cuenta. Esos países tienen 100 o más años de fútbol, y por lo tanto, tienen 100 o más años de periodismo deportivo.

Lo que vive la prensa colombiana hoy, sus defectos, sus virtudes, lo vivieron Argentina, Brasil, Uruguay y Europa hace muchos años. De esos viejos errores aprendieron. Y el público también, que cada día les exigió más y más, pues sabía más y más. Lo que hoy existe, existe porque antes hubo generaciones que se equivocaron. En Colombia, la generación de hoy es prácticamente la primera. Aprendió ella sola, de sí misma. No tuvo espejos para mirarse en ellos ni maestros para aprenderles (con las excepciones de Carlos Arturo Rueda, Melanio Porto Ariza, Marcos Pérez y unos pocos más).

Si en Brasil apareció un Pelé en el 58, fue porque tenía un Didí a quien emular, y éste, a un Leónidas a quien intentar copiar. Romario, por tanto, es consecuencia de un Zico, de un Sócrates, de un Pelé y de todos los anteriores. En Argentina un periodista que trabaje en prensa tiene que escribir bien. Es casi una obligación. La cultura que crearon Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Domingo Faustino Sarmiento, por citar sólo a algunos, acostumbró al pueblo a leer bien. Por eso no es tan sencillo engañarlo. En términos generales, el pueblo argentino sabe de letras. Y como sabe, exige. Con el fútbol es igual. En Colombia, en cambio, los ejemplos de fútbol y de periodismo son casi nulos. Como casi no existen, la emulación recae en el que más alto está. En el que más fama tiene. O más dinero. O más audiencia (nada de eso significa que sea el mejor). Y a ese le creen lo que dice o lo que escribe.

Para él debería ser un compromiso superarse. Durante esta última etapa del proceso Maturana-Gómez la prensa nacional olvidó todos esos conceptos. Se dejó llevar. Por la alegría del hincha normal en algunos casos; por las pasiones regionalistas en otros. O por el dinero, ingrediente decisivo en este presente colombiano. Decía Carlos Antonio Vélez en octubre de 1994: “Es que el periodista no puede ser igual ni tener los mismos conocimientos que el hombre que habla en la calle, porque él, el periodista, tiene una obligación. Es él quien debe formar, informar, guiar al hombre de la calle. No al contrario. Y para formar y demás es necesario que esté permanentemente estudiando, actualizándose. Pero no, si aquí uno lee, el de allá le va a decir que es aburrido o creído. Y eso… para no hablar del dinero, de los favores y de todos esos elementos que han corrompido a muchos.

Y no es necesario llegar al tema de los dineros oscuros para hablar del mercantilismo en el periodismo. Es sencillo: si a un locutor o a un comentarista le pagan su salario y además le entregan cupos publicitarios en parte de pago, le va a hacer fuerza a la Selección o al club de su región. Porque si al equipo le va bien, a él también le va a ir bien. Va a vender más cupos, va a tener más publicidad. Y el que vende, casi siempre es mentiroso. Porque tiene que vender. E l periodismo colombiano vendió a su Selección en el 93 y en el 94. Le convenía además venderla para obtener más ganancias. Se podría decir que la infló, sin importarle el perjuicio que sobreviniera después por esa actitud.

En una venta, cuando de lo que se trata es de convencer a los demás de las bondades de un producto, no se mencionan jamás los defectos de éste. Por eso los periodistas no le hicieron mayores críticas a la Selección Colombia. No convenían. Se hubieran ‘espantado’ los anunciantes y sus millones de pesos. El negocio no hubiera funcionado. Es la historia casi exacta que se repite año tras año. Ocurrió con el América de Cali a mediados de los ochenta, con Nacional después, con Millonarios, con las selecciones juveniles… Ha sido una constante apoyar ciegamente a todo lo colombiano -bueno, regular o malo- para ganar en publicidad, viáticos y audiencia. Pero esas no han sido las únicas causas de la mentira en la prensa nacional.

Ha habido otras razones no tan metalizadas. Han existido mentiras por vínculos sentimentales, por amistades, por favores. Decía Maturana antes del Mundial: “Parte de esa comunidad -la de la Selección- se ha logrado a través de una persona, un lugar, unas circunstancias que han sido el alma del equipo: Fabio Poveda Márquez y su casa. No hablamos del periodista corno tal, sino de la persona que nos prestó todo su espacio personal para encontrarnos. Esa es una de las razones por las cuales siempre disfrutamos cuando nos concentramos en Barranquilla. Podemos escaparnos a la casa de Fabio y pasar con él unos ratos muy especiales… Allá en su casa sí está la historia íntima de este equipo”.

Después de leer las palabras del técnico de Colombia: ¿Puede Fabio Poveda Márquez ser imparcial y objetivo en sus columnas de El Heraldo o en sus comentarios radiales siendo íntimo amigo de la Selección? Y por el otro lado, ¿podría alguna vez Maturana negarle una entrevista a Poveda, como lo hace con infinidad de periodistas colombianos? Esos vínculos afectivos también produjeron daño. Fabio Poveda Márquez fue uno de los tantos periodistas colombianos que encumbraron a la Selección Nacional como futura campeona del mundo. Él mismo, después de la eliminación en la primera ronda, aceptó que también había sido, en gran parte, responsable de la debacle.

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God let me die with my sword in my hand...

Haber caído tanto y no haber aprendido nada – ese es tu fracaso.


Es bueno conocer la historia para que no se repita... Aquí, los primeros tres capítulos del libro "La Pena Máxima, un Juicio al Fútbol Colombiano".
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